En un sistema de partidos débiles, la oposición sobrevive a duras penas mientras ADN controla el Ejecutivo y la Asamblea
La política partidista está en crisis, decenas de agrupaciones agonizan año tras año, otras se reencauchan o viven de caudillos. Mientras tanto, el control del Ejecutivo y Legislativo sigue en juego.

Pese a la inexistencia de estructuras políticas consolidadas, en elecciones hay miles de candidaturas para las papeletas en Ecuador, como en las elecciones generales de 2025.
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El sistema partidista de Ecuador está cada vez más deteriorado y el desencanto en la población crece. Ya ni los partidos tradicionales sobreviven de sus caudillos ni de las pocas figuras que apadrinan y la mayoría de nuevas agrupaciones nacen y mueren sin que el electorado las distinga.
Y es que es un secreto a voces que en Ecuador resulta rentable tener una tienda política, un número de lista y una bandera que prestar. La pregunta es, ¿a cambio de qué o beneficio de quién? ¿De mantenerse con vida legal, de algún tipo de recursos, de prebendas futuras?
A esto se suma el ausente control de las autoridades electorales, que son incapaces de fiscalizar la real existencia de estructuras partidistas y de la militancia que la ley impone como requisito para la vigencia de cualquier agrupación.
Desde 2012, con las nuevas reglas electorales y el reseteo del sistema de partidos, ha habido una explosión en el nacimiento de las organizaciones políticas de carácter nacional. Y en 2021 y 2025 Ecuador alcanzó un insólito número de aspirantes a Carondelet: 16 binomios.
Pero cada año queda en evidencia que la actividad partidista es mínima o inexistente entre cada periodo electoral (general o seccional) y, en su mayoría, se hace por cumplir, en forma, con la normativa.
Sin embargo, ahora es imposible ocultar el desmoronamiento de los partidos y movimientos, sean tradicionales o sean nuevos. Las votaciones cada vez más paupérrimas dejan en evidencia que ni siquiera consiguen un número de votos similar al de sus afiliados o simpatizantes inscritos ante el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Las recientes elecciones de 2025 demostraron esa agonía: dos organizaciones políticas concentraron el 88% de los votos válidos. El 'éxito' del tercer y cuarto lugar fue haber conseguido un 5% y poco menos del 3%, respectivamente.
Las otras doce candidaturas sobraron en las papeletas y estorbaron en el tablero electoral. Nunca antes tantos presidenciales habían obtenido menos del 1% en una misma votación. Esto pese a que el número de candidatos propios subió en la última carrera a Carondelet, principalmente porque hubo partidos que ya ni siquiera consiguieron quiénes se presten para representarlos.
Y, en medio de este escenario sin solución aparente, cada cuatro años, los ecuatorianos se juegan en las urnas, la administración del país, en las elecciones generales y legislativas, cuyas autoridades, como ha sido recurrente, después se entrometen en los otros poderes del Estado.
Pero esta vez, como ya sucedió durante el correísmo, una sola fuerza política empieza a acumular el poder en ambas funciones, controlando la Presidencia de la República y la Asamblea Nacional: Acción Democrática Nacional.
La única diferencia, esta vez es que, por primera vez desde 2013, la Revolución Ciudadana no es la primera fuerza del parlamento y que ambas agrupaciones concentraron, además, las curules legislativas, sumando 134 entre las dos bancadas.
Es decir, solo los 17 escaños restantes se repartieron entre todas las otras 'fuerzas' políticas.
Sin líderes visibles o figuras políticas que puedan tomar la posta, esas agrupaciones que quedaron fuera del parlamento o que apenas consiguieron uno o pocos escaños, corren el riesgo de no recuperarse para la contienda por los gobiernos seccionales.
Por ejemplo, Pachakutik consiguió nueve asambleístas, pero la mayoría ya no responden al movimiento; el histórico Partido Social Cristiano cayó a su cifra más baja con apenas cinco curules, pero ya perdió una; Construye pasó, en menos de dos años, de un sorpresivo bloque de 29 legisladores a una sola curul.
Mientras tanto, los otros partidos y movimientos, Sociedad Patriótica, la Izquierda Democrática, Unidad Popular, el Partido Socialista, Creo, Centro Democrático, Avanza, SUMA, Democracia Sí, Amigo y Pueblo Igualdad y Democracia, desaparecieron del tablero político.
Y, pese a que Ecuador ha sido testigo de la decadencia del sistema partidista y, a la vez, de la reproducción excesiva y la fugacidad de nuevas agrupaciones, la clase política no ha sido capaz de ver el fracaso de esa multiplicación de opciones electorales.
En resumen, los problemas son estructurales: los partidos personalistas; las candidaturas prestadas, sin militancia y que no responden a nadie; la ausencia de relevos, formación de nuevos cuadros y democracia interna; la multiplicación de agrupaciones; la regulación laxa o etérea sin aplicación.
¿Qué se puede hacer para que esto cambie? Hay dos caminos, el primero es lograr unas reformas al Código de la Democracia que exijan estructuras políticas reales, que se mantengan en el tiempo y cumplan con sus roles.
Mientras que el segundo es que las autoridades electorales (administrativas y jurisdiccionales) obliguen a todos los actores, dentro y fuera de los partidos y movimientos, a su cumplimiento.
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