Mujeres migrantes de Ecuador: auge histórico y el nuevo rostro de la diáspora
La migración ecuatoriana ha experimentado una transformación significativa en las últimas décadas, caracterizada por el creciente protagonismo de las mujeres en los flujos migratorios. Este fenómeno, conocido como feminización de la migración, ha reconfigurado las dinámicas familiares, laborales y sociales tanto en los países de origen como de destino.

Una madre migrante carga a su hija en la dura travesía por el Darién.
- Foto
Archivo Revista Gestión
Autor:
Actualizada:
Compartir:
La feminización de la migración representa uno de los fenómenos más significativos en los estudios de movilidad humana contemporáneos. Según Denise Paiewonsky en su artículo titulado “Feminización de la migración”, este término se ha convertido en un lugar común del dominio público, aunque confunde en tanto sugiere un incremento absoluto en la proporción de mujeres migrantes, cuando de hecho hacia 1960 las mujeres ya representaban cerca del 47% del total de migrantes internacionales.
En el contexto ecuatoriano, este proceso adquiere características particulares que merecen un análisis detallado. Según Kiara Guerra, en su artículo titulado “Feminización de la migración ecuatoriana”, la ola migratoria femenina principalmente hacia Europa fue consecuencia de una época crítica que atravesó el país a finales de los años noventa. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) revelan patrones complejos que van más allá de simples estadísticas numéricas, reflejando transformaciones profundas en las estructuras sociales y económicas del país.
El fenómeno migratorio ecuatoriano no puede entenderse sin considerar las múltiples dimensiones que lo configuran. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en su documento titulado “Explorando la feminización de la migración con perspectiva de género” destaca que “la evolución de las dinámicas migratorias en el escenario global contemporáneo emerge una realidad cada vez más evidente: la creciente presencia y participación activa de las mujeres y su papel clave en la evolución del fenómeno migratorio en las Américas”.
Evolución de los flujos migratorios por género
Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INEC) sobre flujo migratorio desde 1997 hasta 2024 revelan una transformación significativa en los patrones de movilidad humana ecuatoriana. El análisis de estos datos muestra una tendencia ascendente en la migración tanto masculina como femenina, pero con diferencias importantes en su evolución temporal que evidencian procesos de cambio estructural en la sociedad ecuatoriana.
Durante el período analizado, la migración masculina experimentó un crecimiento sostenido desde 912.957 hombres en 1997 hasta alcanzar su pico histórico en 2018 con 4’059.639 migrantes masculinos. Este crecimiento no fue lineal, sino que mostró aceleraciones significativas en períodos específicos. Entre 1997 y 2000, la migración masculina aumentó de 912.957 a 1’104.794, un incremento del 21% que coincide con la crisis económica ecuatoriana de finales de los años noventa (Gráfico 1).
El período 2000-2010 mostró un crecimiento más estable, pasando de 1’104.794 a 2’094.491 hombres migrantes, casi duplicando la cifra en una década. Sin embargo, la aceleración más dramática se produjo entre 2010 y 2018, cuando la migración masculina pasó de 2’094.491 a 4’059.639, un crecimiento del 94% que refleja las nuevas dinámicas migratorias regionales y globales.
Por su parte, la migración femenina mostró un patrón de crecimiento más gradual pero constante, iniciando con 628.960 mujeres en 1997 y experimentando un crecimiento sostenido hasta llegar a su punto más alto en 2018 con 3’593.222 mujeres migrantes. Este crecimiento femenino, aunque numéricamente menor al masculino, muestra una tasa de crecimiento proporcionalmente mayor: aumentó 471% entre 1997 y 2018, comparado con el 345% de crecimiento masculino en el mismo período.
La crisis de 2020, relacionada con la pandemia de COVID-19, marcó un punto de inflexión dramático en ambos flujos. La migración masculina descendió de 4’059.639 en 2018 a 1’081.353 en 2020, una reducción del 73%, mientras que la femenina pasó de 3’593.222 a 940.056, una disminución del 74%. Esta reducción similar en términos porcentuales evidencia el impacto generalizado de las restricciones de movilidad internacional, aunque las mujeres mostraron una capacidad de recuperación ligeramente superior.
Evidencia cuantitativa de feminización
El análisis de la razón de masculinidad (que es la relación entre el número de hombres y mujeres que migran), es la evidencia contundente y cuantificable del proceso de feminización migratoria ecuatoriana. Los datos del INEC muestran una tendencia decreciente consistente y sistemática desde 1997, cuando había 145 hombres migrantes por cada 100 mujeres, hasta 2024, cuando esta razón descendió a 104 hombres por cada 100 mujeres (Gráfico 2).
El período de mayor transformación se registra entre 1997 y 2005, cuando la razón de masculinidad descendió de 145 a 108, marcando una reducción de 37 puntos en apenas ocho años. Este descenso acelerado coincide temporalmente con la crisis económica ecuatoriana de finales de los años noventa y principios de los 2000, período que según Guerra se caracterizó por “un ambiente de inestabilidad política, crisis social y económica muy fuerte, aumento del desempleo y el subempleo, así como también la pobreza”.
Sin embargo, la tendencia hacia la feminización se restableció rápidamente en el período post -pandémico, alcanzando los niveles más bajos de toda la serie histórica, 106 en 2021 y 2023, y finalmente 104 en 2024. Este último dato representa un hito histórico, es la primera vez que la razón de masculinidad se acerca tanto a la paridad de género en los flujos migratorios ecuatorianos.
Las raíces históricas de la feminización migratoria ecuatoriana
La feminización de la migración ecuatoriana tiene sus raíces en transformaciones estructurales que configuraron un escenario propicio para el protagonismo femenino en los procesos migratorios. Según la OIM, en su documento “Explorando la feminización de la migración con perspectiva de género”, este proceso responde a “cambios sustanciales en los mercados laborales globales, particularmente el aumento en la demanda de fuerza laboral femenina de países en vías de desarrollo”.
El contexto ecuatoriano específico se enmarca en lo que Guerra identifica como el período crítico 1998-2001, cuando “se estima que la mayor parte de las emigrantes salieron de provincias de la Sierra sur de nuestro país, tales como Cañar, Loja y Azuay las cuales tienen una historia de altos flujos migratorios al exterior desde los años setenta”. Esta migración femenina se diferenció cualitativamente de los flujos anteriores por su carácter autónomo y su inserción en nichos laborales específicos.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su nota técnica destaca que “los cambios en la economía global de los años ochenta (que redujeron la demanda de trabajadores industriales de sexo masculino), los nuevos patrones demográficos de los países del Norte (envejecimiento de la población) y una estructura débil del aparato estatal que no lograba garantizar servicios públicos de cuidado para personas mayores, aumentó la demanda de mano de obra barata femenina en los sectores de tales servicios”.
Esta transformación global coincidió con la crisis ecuatoriana, creando un escenario donde las mujeres encontraron oportunidades laborales específicas en los países de destino. Como explica Paiewonsky, “la denominada feminización de la migración se inscribe precisamente en una nueva dinámica socioeconómica en la que las mujeres comienzan a desplazarse de manera independiente, se insertan en el mercado laboral y tienen la capacidad de aportar a través del envío de remesas”.
La crisis de los cuidados y las nuevas oportunidades laborales
La crisis de los cuidados en los países desarrollados emerge como un factor determinante en la feminización de la migración ecuatoriana. Guerra señala que “en Europa, en lo referente al sector del cuidado y el sector doméstico, aumentó la búsqueda de mujeres, para su incorporación en este mercado laboral”.
Esta demanda específica creó canales migratorios feminizados que se consolidaron a lo largo del tiempo. Los datos citados por Guerra de Génova, una ciudad de Italia, ilustran esta tendencia: del total de ecuatorianos registrados, el 62,2% eran mujeres, frente a un 37,8% de hombres migrantes.
La inserción laboral de las mujeres ecuatorianas en estos sectores no fue accidental sino resultado de políticas migratorias específicas. Como documenta Natalia Genta y Jacques Ramirez en su artículo titulado “La migración internacional en cifras”, durante el periodo de regularización en 2002, existieron 25.009 demandas fueron asignadas a plazas laborales relacionadas con los servicios del cuidado frente a 10.829 demandas para trabajadores en otras áreas.
Paiewonsky señala que “la mayoría de las trabajadoras migrantes realizan “trabajos de mujeres” como niñeras, empleadas domésticas o trabajadoras sexuales, los nichos laborales menos deseables en términos de remuneración, condiciones laborales, protección legal y reconocimiento social”. Esta concentración sectorial evidencia la persistencia de patrones de segregación ocupacional que limitan las oportunidades laborales de las mujeres migrantes a sectores tradicionalmente feminizados y con menores protecciones.
La feminización de la migración ecuatoriana representa una transformación estructural profunda que trasciende los simples cambios estadísticos para configurar nuevas realidades sociales, económicas y culturales. Los datos del INEC demuestran una evolución consistente hacia una mayor participación femenina en los flujos migratorios, con la razón de masculinidad disminuyendo sostenidamente de 145 en 1997 a 104 en 2024, evidenciando un proceso de convergencia hacia la paridad de género en la migración internacional.
Este proceso ha implicado transformaciones complejas y a menudo contradictorias. Como advierte Paiewonsky, “las celebraciones del efecto empoderador de la migración femenina pueden resultar injustificadas y prematuras” dado que persisten estructuras de desigualdad que relegan a las mujeres migrantes a trabajos precarios y condiciones de vulnerabilidad. Sin embargo, es innegable que las mujeres han asumido un protagonismo en las estrategias familiares de supervivencia y movilidad social.
Guerra concluye acertadamente que “la feminización de la migración ecuatoriana ha significado la reconfiguración de los imaginarios de género, así como de las dinámicas sociales y familiares en nuestro país”. Los datos del INEC confirman que esta reconfiguración no es temporal sino estructural, requiriendo políticas públicas que reconozcan las necesidades específicas de las mujeres migrantes y aborden las desigualdades persistentes que caracterizan su experiencia migratoria.
El futuro de la migración ecuatoriana dependerá en gran medida de cómo el país y la comunidad internacional aborden estos desafíos desde una perspectiva de género integral. La evidencia estadística presentada demuestra que Ecuador ha experimentado una feminización real y sostenida de sus flujos migratorios, con implicaciones profundas para las políticas públicas, las dinámicas familiares y las estrategias de desarrollo nacional. Este fenómeno requiere un abordaje que reconozca tanto las oportunidades como los desafíos que presenta para la construcción de sociedades más equitativas y sostenibles.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
Compartir: