Lunes, 29 de abril de 2024
Efecto Mariposa

¡Hoy hay fiesta en Canchimalero!

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

3 Nov 2023 - 5:56

Eulalia Mosquera fue una comerciante originaria de Limones, Esmeraldas, que frecuentemente llevaba productos de Ecuador a Colombia. En una de sus tantas travesías, la canoa en la que iba se hundió y perdió toda su mercancía.

La desesperación se apoderó de ella cuando el mar amenazaba con devorarla, iba a morir ahogada. Cuando sentía que le quedaban pocos segundos, visualizó el rostro de un hombre negro, a quien nunca antes había visto, y le pidió que la salvara.

Inmediatamente, de manera inexplicable, alguien la colocó en la superficie y vivió para contar la historia. Según narran quienes conocen el relato, todo esto sucedió en Canchimalero, en el año 1977.

Para quien nunca ha escuchado sobre Canchimalero, esta localidad está ubicada en la zona norte de la provincia de Esmeraldas, en el cantón Eloy Alfaro, cuya cabecera cantonal es Valdez, mejor conocida como Limones.

Canchimalero es un caserío famoso por tener los manglares más altos del mundo y por su aire puro.

La protagonista de esta historia, Eulalia, comenzó a investigar sobre quién intercedió ante el Todopoderoso para salvarle la vida. Quería agradecerle.

Incesantemente buscaba su retrato, pero no lo encontraba, hasta que, en una de sus búsquedas, alguien identificó al misterioso hombre y le dijo que era San Martín de Porres, un santo originario de Perú conocido como patrono de la justicia social.

Entonces, emprendió el viaje al país vecino para buscarlo y cuando vio su imagen supo que era él. Sin dudar compró la imagen del Santo Negro, le hizo una capilla en Limones, y todos los 3 de noviembre le celebraba y le expresaba su gratitud por el milagro de la vida con cánticos y arrullos.

Tan grande era la devoción de Eulalia a tal punto que el sacerdote de una parroquia de Limones se juntó a sus actos y los incluyó en las celebraciones católicas de la localidad. Luego se unieron la Municipalidad del cantón Eloy Alfaro y la Prefectura de Esmeraldas.

Y así se originó la festividad afrorreligiosa más grande e importante de Latinoamérica: la fiesta de San Martín de Porres, en Canchimalero.

La celebración comienza en Limones, desde ahí parten la balsa mayor y 12 barcazas provenientes de distintas comunidades.

En la embarcación principal van el Santo, los organizadores de la fiesta, los cantantes, los bomberos y las autoridades civiles, eclesiásticas y militares.

Cada embarcación constituye un espectáculo, pues para decorarlas no se escatima alegría ni buen gusto, y durante los casi 15 minutos que dura el viaje de Limones a Canchimalero los invitados a la celebración no dejan de entonar cánticos y arrullos para el Santo:

San Martín me hablaba

Yo no lo veía
San Martín me hablaba
Yo no lo veía

Me estaba diciendo que hoy día venía

Oiga usté
Que hoy día venía

Los fieles no llegan con las manos vacías, pues le llevan al Santo generosas y vistosas ofrendas que contienen productos como cacao, plátanos, mariscos, cañas, naranjas y piñas.

También, más allá de lo material y visible, hay elementos que no se ven, pero se sienten con fuerza. Me refiero a la devoción de los asistentes, a su fe inquebrantable en lo que ha de venir y a los corazones llenos de gratitud por los milagros recibidos.

Después de la procesión acuática, viene la misa que, obviamente, es pura alegría. El encargado de oficiarla es monseñor Antonio Crameri. Luego vienen el baile, la farra y la diversión en la playa.

Es difícil describir el ambiente de Canchimalero, pero parece una competencia no acordada y sin ganador del mejor bailarín de ritmos pegajosos, de quien ostenta el peinado más original o de quien viste el traje más bonito.

En el festejo nadie está triste, solo hay algarabía y gente dispuesta a pasarla bien, en paz, sin buscar pelea. Y con certeza esa es la causa por la que a la festividad llegan turistas nacionales e internacionales. Se estima que este año asistirán al menos 2.000 personas.

Tampoco hay que dejar de lado las delicias que se pueden experimentar en Canchimalero: ceviche, encocado de pescado, sango de todas las posibilidades inimaginables y todas las delicias que hay en Esmeraldas. Este año habrá 35 puestos de comida.

Aunque los invitados tienen energía para largo, dicen los organizadores de la fiesta que hay que distribuirla para prolongar la farra y, este año, se pasó para el 4 de noviembre la presentación de artistas locales, nacionales e internacionales.

Con todo, para quienes se engañan y piensan que Canchimalero es lugar para dormir, hay hoteles en la localidad, cuyo costo varía entre 10 y 15 USD.

Para aquellos lectores que leen con recelo este relato, la violencia no se conoce en Canchimalero. Estamos alejados de eso dice Saida Godoy, presidenta del Comité de fiestas.

De todas maneras, para gozar sin preocupación habrá la presencia de militares, policías nacionales y municipales.

El relato de Canchimalero transporta fácilmente a un paraíso, por su aire puro, su naturaleza, su gente buena, alegre y llena de fe.

Sin embargo, los rostros cambian cuando se habla de necesidades.

Por eso, no puedo terminar esta columna sin hacer un llamado a las autoridades del Gobierno Central para volver los ojos a esta tierra huérfana del Estado, a la que le urge un muro de contención en el barrio 30 de Octubre, antes de que haya una desgracia.

Asimismo, el puente de madera que unía a Limones y Canchimalero se cayó y es necesario repararlo.

Canchimalero es un hermoso pedazo de Ecuador, no solo por sus paisajes sino por la fortaleza de su gente que, a pesar del olvido y las dificultades del día a día, mantiene su fe firme y cree en que siempre hay un mañana mejor.

Termino este artículo agradeciendo a Priscila, por la inspiración para escribirlo. También agradezco a Oscar Castillo, comunicador social del GAD cantonal de Eloy Alfaro.

Por último, mi profunda gratitud a Saida Godoy por hablar conmigo con dulzura, sencillez y con una fe que admiro y envidio.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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