Sábado, 20 de abril de 2024
Efecto Mariposa

Una columna políticamente incorrecta

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

2 Sep 2022 - 5:28

El 31 de agosto se 'celebra' el Día Internacional de los Afrodescendientes. La fecha tiene como objetivo reconocer las contribuciones de los afrodescendientes, así como promover la eliminación de todas las formas de discriminación contra este grupo de personas.

En Ecuador, la fecha pasó inadvertida, aunque en la Asamblea hubo un evento denominado: 'Los Pueblos Afrodescendientes en el Ecuador: Historias, Luchas y Retos Pendientes'.

Los invitados al acto, entre los que constan políticos y académicos afroecuatorianos y la exvicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell, se refirieron de forma general a la situación de los afrodescendientes en el mundo: son pobres, hay racismo, no se respetan los derechos, son invisibilizados, no hay conciencia colectiva.

También asistió a la Asamblea, Roberto Castillo, director del INEC, quien aprovechó para pedir la participación en el censo que se realizará en el país y mencionó que es necesario que nos unamos en una "minga por la identidad".

Más allá de la poca importancia que se puede dar a este tipo de fechas, y que es normal que haya indiferencia ante la fiebre de efemérides para todo, llama la atención el estancamiento en una retórica circular de problemáticas que ya son bien conocidas.

Por no mencionar la falta de acciones concretas, que deberían reflejarse en propuestas de política pública por parte de quienes ostentan el poder.

No concibo que, en estos eventos, no se hable de lo que, en términos prácticos, sería necesario hacer para mejorar la vida de los afroecuatorianos.

Y encima, entre los invitados no constan quienes tienen la capacidad de implementar cualquier política pública.

Entiendo que es un evento para conmemorar a los afrodescendientes, pero las acciones dependen de que los no afrodescendientes, que son la mayoría en el poder, también participen y se enteren de la realidad.

El discurso de la interculturalidad y el reconocimiento ya tuvo su momento hace más de una década cuando, en Ecuador, siguiendo una moda que se instauró en la mayoría de países latinoamericanos, se habló con fuerza de interculturalidad, y se logró posicionar el término en reformas educativas y constitucionales.

En el país, como resultado de ese momento histórico, hay una especie de interculturalidad, que solo nos permite decir que estamos, pero que es funcional al sistema desigual de siempre; es decir, estamos, pero con las raíces de la exclusión.

Ya es hora de incorporar en las acciones, y en el discurso, lo que Catherine Walsh denomina interculturalidad crítica, y abordar los problemas estructurales, proponiendo cambios en las estructuras, las instituciones y las relaciones sociales.

Para lograr eso no se requiere solo que, en lugares que antes eran impenetrables a la diversidad cultural, como la Asamblea, las mujeres afroecuatorianas vistan turbante o tengan espacio para cantos, bailes y rituales africanos.

El desafío está en lograr una verdadera inclusión, y eso no se conseguirá mientras los afrodescendientes tengan las características de los que siempre están abajo: ser pobres y sin educación formal.

Según el INEC (2021), la tasa de pobreza multidimensional de los afroecuatorianos es de 46,5%, es decir, ese porcentaje de afroecuatorianos no tiene acceso a educación, al trabajo, a la seguridad social, a salud, a agua, a alimentación, vivienda y ambiente sano. En la población mestiza la tasa es de 34,1%.

Aunque la cifra constituye una simplificación tosca de la realidad de los pueblos afroecuatorianos, permite hacerse una idea de que la mayoría no tiene una vida digna.

Esa cifra también permite entender la razón por la que los discursos de políticos y activistas afroecuatorianos son tan generales y lejanos, pues mencionar números reales de Ecuador podría ser un espejo incómodo para aquellos que están en puestos de decisión en nombre de los negros de Ecuador.

Y entiendo la estrategia, pues, para ciertos grupos es rentable que los afroecuatorianos sigan pobres y sin educación, para que sigan votando por los mismos de siempre y sin cuestionarlos. Algunos están en el poder desde hace tiempo y, si revisamos sus acciones, solo se puede sentir vergüenza ajena.

Como mujer negra me resisto a estas celebraciones, conmemoraciones o lo que sea. Se debe establecer una fecha para celebrar a los afroecuatorianos cuando todos, especialmente los de abajo, tengamos una razón para bailar, cantar y preparar un discurso conmemorativo.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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