¿Revolución Ciudadana camina a la desintegración o hay espacio para poner freno a su crisis?
La semana que termina ha sido demoledora para Revolución Ciudadana, el movimiento correísta que no encuentra caminos para salir de su crisis interna.

Composición con figuras del movimiento correísta Revolución Ciudadana.
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La semana que termina ha sido demoledora para Revolución Ciudadana, el movimiento opositor que no encuentra caminos para salir de su crisis interna, cada vez más esperpéntica. Prosiguen las expulsiones y las deserciones dentro de su bancada legislativa, pero sobre todo se agudiza el desprestigio por la conducción de esta organización, que parece caminar hacia la desintegración, o al menos a una notable disminución.
Estos son los hechos que han golpeado a Revolución Ciudadana esta semana:
- La expulsión de Santiago Díaz Asque, militante de peso específico en Revolución Ciudadana desde 2007, por la denuncia por presunta violación a una niña de 12 años. Ahora incluso se ofrece una recompensa por su captura.
- La salida voluntaria de la asambleísta Jhajaira Urresta, supuestamente vejada por Luisa González en un chat.
- La postura de la prefecta Marcela Aguiñaga, que acató una disposición del Gobierno que obliga a Aquiles Alvarez, alcalde de Guayaquil, a suspender una importante obra vial.
- Las críticas del Ministerio de Ambiente al alcalde de Quito, Pabel Muñoz, por la crisis de agua en el sur de la capital.
Son reveses de alto impacto, sobre todo los de Santiago Díaz Asque y Jhajaira Urresta, porque han puesto en entredicho no solamente el manejo político del movimiento, sino también el de las relaciones interpersonales y privadas de los militantes. La serie 'Chespirito: sin querer queriendo' se queda corta, por aspectos escabrosos que van más allá de la política.
Ambos casos van más allá de líos judiciales (Díaz) o de un camisetazo (Urresta), y contribuyen al descrédito de la cúpula, en especial de Luisa González, la presidenta oficial de Revolución Ciudadana a la que parece costarle cada vez más apaciguar los múltiples focos de tensión. La impresión es que los acontecimientos la rebasan.
Lo de Aguiñaga, por su lado, no es una novedad porque hace tiempo que la prefecta del Guayas dejó en claro que su prioridad no es el movimiento sino la provincia, lo que equivale a decir que su carrera personal.
Mientras que lo de Pabel Muñoz forma parte de la pugna del Gobierno con el alcalde capitalino, quien teme una revocatoria del mandato, una posibilidad latente. Ahora estamos en el capítulo llamado "la guerra de los tanqueros".
¿El correísmo saldrá de la crisis?
No es la primera vez que el correísmo afronta graves problemas internos. Ya los vivió en 2011, cuando los militantes de Ruptura de los 25 se retiraron del gobierno de Rafael Correa y su deriva autoritaria. Fue más notable la guerra civil en Alianza PAIS en 2017, cuando Lenín Moreno asumió la Presidencia de la República y comenzó a desmontar las estructuras del movimiento en el sector público. En ambos casos, el correísmo se dio modos para volver.
Pero ahora estamos en otro tipo de crisis, una que recuerda lo vivido en Ecuador con sus corrientes populistas: el velasquismo, el bucaramismo del CFP, el otro bucaramismo del PRE (y de alguna manera también el socialcristianismo de la etapa Febres Cordero-Nebot). Todos vieron su eclipse cuando el líder también bordeaba el ocaso, sin la capacidad de transmitir el mando a un sucesor competente.
Con Rafael Correa está pasando lo mismo. Empeñado en teledirigir a sus partidarios desde el exterior, no permite que Revolución Ciudadana refresque cuadros y propuestas. Su representante en Ecuador es Luisa González, que se pasea por el país con los eslóganes de Correa impresos en camisetas y proclamando que el movimiento es heredero del expresidente, contradiciendo la máxima de que las personas son pasajeras, pero las instituciones son permanentes.
Hace una semana, Luisa González, que desea postularse por tercera vez a la Presidencia, lo expresó en una reunión en Esmeraldas: hay candidatos que se toman fotos con el líder, pero que tras ganar su curul, su alcaldía o su prefectura, se creen república independiente y dicen "ya no hay que hablar de Correa". Eso no le gusta.
"El que no se sienta correísta, está en el movimiento equivocado", amenazó Luisa González, quien prefiere que el movimiento se desgrane y quedarse con los "fieles", así sean pocos, antes que plantearse la posibilidad de considerar que Correa, quizás, se ha convertido en un yunque que hunde sin remedio a Revolución Ciudadana.
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