¿Cómo hacer rentable la cultura y el arte en Ecuador? Política pública e inversión, las respuestas
La cultura ecuatoriana genera alrededor del 1,87% del PIB nacional, según las últimas cifras de la Cuenta Satélite de Cultura, pero la brecha entre potencial creativo y sostenibilidad económica revela un ecosistema fragmentado que requiere transformaciones profundas para convertirse en un verdadero motor de desarrollo.

Exposición La Avanzada Ancestralista en el MAAC.
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Flickr: Ministerio de Cultura y Patrimonio
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Ecuador posee una riqueza cultural milenaria que se manifiesta en sus tradiciones ancestrales, diversidad étnica y producción artística contemporánea. Sin embargo, la pregunta sobre si puede ser rentable trasciende el simple cálculo económico. Se trata de un debate que involucra políticas públicas, inversión privada, formación de audiencias y, fundamentalmente, la capacidad del país para crear las condiciones necesarias para que los trabajadores culturales puedan vivir dignamente de su arte.
Los últimos datos del Sistema Integral de Información Cultural muestran que el sector cultural ecuatoriano contribuye con aproximadamente 1,87% del Producto Interno Bruto. La paradoja ecuatoriana radica en que, mientras el país cuenta con un patrimonio cultural extraordinario y una creciente producción creativa, persisten barreras estructurales que impiden su despegue económico definitivo.
Los números detrás del arte
El panorama económico de la cultura ecuatoriana presenta contrastes reveladores. Según los datos más recientes del Ministerio de Cultura y Patrimonio, el gasto público en actividades culturales se ha mantenido relativamente estable, alcanzando los USD 213,34 millones en 2023 (Gráfico 1).
La distribución sectorial del gasto en patrimonio cultural muestra que el Estado sigue siendo el principal financiador, destinando USD 177,74 millones en 2023 frente a los USD 18,20 millones del sector privado. Esta proporción de aproximadamente 10 a 1 evidencia la necesidad urgente de fortalecer los mecanismos de inversión privada y generar modelos de financiamiento mixto más equilibrados (Gráfico 2).
Pablo Cardoso, director del Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura, en entrevista con GESTIÓN, destaca que “estos números muestran un creciente interés del sector privado, pero también revelan la dependencia casi total del financiamiento estatal. Necesitamos diversificar las fuentes de ingresos si queremos hablar de verdadera sostenibilidad”.
Es particularmente interesante el análisis del subsector de Artes e Innovación versus Memoria Social y Patrimonio Cultural. Mientras que en 2022 las artes e innovación recibieron más de USD 5 millones, en 2023 esta cifra se redujo a USD 2,7 millones. En contraste, la inversión en memoria social y patrimonio cultural creció de USD 88.126 a USD 405.930 en el mismo período (Gráfico 3).
El sector privado despierta: telecomunicaciones lidera la inversión cultural
Por otra parte, considerando los sectores que más invierten en cultura se observa un liderazgo de las telecomunicaciones en la inversión cultural privada, representando el 34,7% del total. Le siguen el sector financiero (12,5%) y la venta de programas informáticos (11,7%). Esta concentración revela tanto oportunidades como riesgos para el desarrollo cultural (Gráfico 4).
“La participación de las telecomunicaciones no es casual”, explica Cardoso, pues “estas empresas entienden que el contenido cultural es clave para sus plataformas digitales, pero necesitamos que esta inversión se traduzca en mejores condiciones para los creadores, no solo en beneficios empresariales”.
La diversificación sectorial de la inversión privada abre un abanico de posibilidades. Sectores como construcción (2,3%) e inmobiliario (1,8%) podrían incrementar significativamente su participación a través de proyectos de infraestructura cultural, mientras que el sector alimenticio (1,6%) presenta potencial sin explotar en el ámbito de la gastronomía como patrimonio cultural inmaterial.
Entre el talento y la supervivencia económica
Uno de los principales desafíos para la rentabilidad cultural en Ecuador radica en la precariedad laboral que caracteriza al sector. Según Pablo Cardoso, “aproximadamente el 70% de los trabajadores culturales son independientes, sin contratos estables ni acceso a seguridad social. Esta realidad hace que muchos talentos emigren o abandonen sus carreras artísticas”.
Según el Ministerio de Cultura, con cifras a 2018, con respecto a la seguridad social, del total de personas registradas y verificadas en el Registro Único de Artistas y Gestores Culturales (RUAC), sólo el 28,25% se encontraba afiliado, mientras el 66,19% no lo estaba y del 5,26% no se presentó información (Gráfico 5).
La intermitencia laboral es otra característica definitoria del sector. Los artistas y gestores culturales enfrentan períodos de actividad intensa seguidos de largos intervalos sin ingresos, lo que dificulta la planificación financiera personal y limita su capacidad de inversión en desarrollo profesional.
La formación especializada constituye otro cuello de botella. Mientras la Universidad de las Artes ha representado un avance significativo en la profesionalización del sector, la brecha entre la formación académica y las demandas del mercado sigue siendo considerable. Los egresados a menudo carecen de herramientas empresariales y de gestión que les permitan transformar su talento en proyectos económicamente viables.
Hacia un ecosistema cultural rentable: propuestas y proyecciones
La construcción de un sector cultural rentable en Ecuador requiere intervenciones coordinadas en múltiples frentes. Primero, es fundamental consolidar un marco regulatorio que incentive la inversión privada sin comprometer la independencia creativa. Esto incluye perfeccionar instrumentos como el incentivo del 150% de deducibilidad, que según los datos del Ministerio de Cultura movilizó USD 8,3 millones entre 2021-2023.
El fortalecimiento de la institucionalidad cultural emerge como prioridad. Cardoso enfatiza en que “no podemos tener a las dos instituciones más grandes del sistema nacional de cultura (Ministerio de Cultura y Casa de la Cultura) desarticuladas. Necesitamos coordinación institucional y definición clara de roles y competencias”.
La educación artística representa otro eje fundamental. “Únicamente a través de revalorizar la educación artística en los distintos niveles de formación podremos tener consumidores culturales más conscientes, con diversidad en sus gustos y disposición al pago”, según el especialista en economía cultural.
Las tecnologías digitales ofrecen oportunidades sin precedentes para la democratización y monetización de contenidos culturales. Plataformas digitales, realidad virtual y nuevos formatos de distribución pueden ampliar mercados y reducir costos de intermediación. Sin embargo, esto requiere inversión en infraestructura tecnológica y capacitación digital para creadores.
La medición e investigación continua del sector emerge como herramienta indispensable. Cardoso destaca la importancia del big data: “Hoy en día, los datos los tienen las grandes corporaciones. En el mismo ámbito del consumo cultural todos los días se están generando datos que nuestros productores desconocen”.
La rentabilidad de la cultura ecuatoriana puede ser una posibilidad real que requiere decisiones estratégicas y compromiso sostenido. Los datos muestran tendencias alentadoras en la inversión privada y evidencian el potencial económico del sector. Sin embargo, la transformación hacia un ecosistema cultural verdaderamente rentable demanda superar la fragmentación actual y construir una visión integral que articule talento, mercado y políticas públicas.
El desafío trasciende la generación de ingresos para incluir la construcción de un sector donde los creadores puedan desarrollar carreras sostenibles, las empresas culturales prosperen y la sociedad se beneficie de una oferta cultural diversa y de calidad. Ecuador tiene los ingredientes necesarios; ahora requiere la receta adecuada para combinarlos exitosamente.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
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