¿El gasto público contribuye al crecimiento del país? Todo depende de la eficiencia
El gasto público puede ser una herramienta importante para dinamizar la economía, pero su impacto depende de cómo se distribuye y ejecuta. La evidencia internacional y la experiencia ecuatoriana demuestran que no todo gasto gubernamental genera los mismos resultados: mientras la inversión en infraestructura, educación y salud impulsa el crecimiento a largo plazo, el gasto corriente excesivo puede limitarlo.

Un billete de dólar convertido en rompecabezas con una pieza faltante.
- Foto
Canva
Autor:
Actualizada:
Compartir:
El debate sobre el rol del gasto público en el desarrollo económico ha cobrado especial relevancia en un contexto global marcado por presiones fiscales, envejecimiento poblacional y la necesidad de impulsar el crecimiento. En Ecuador, este tema adquiere particular importancia cuando se observa la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) y su relación con el gasto gubernamental durante la última década.
Según los investigadores Álex Olalla y Andrés Jacome, en su artículo titulado “Impacto del gasto público en el crecimiento económico: un análisis a nivel local en ciudades Ecuatorianas”, publicado en el European Public & Social Innovation Review, “el gasto público se divide en dos factores clave: corriente e inversión. El primero abarca los desembolsos para financiar el funcionamiento de los gobiernos locales, incluidos los salarios y los gastos administrativos. Por otra parte, el gasto de inversión se refiere a la adquisición de activos fijos, como infraestructura vial y de seguridad, que contribuyen al stock de capital de la economía”.
Los datos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Banco Central del Ecuador (BCE) revelan una relación compleja entre el gasto público y el crecimiento económico en el país. Durante el periodo 2016-2025, Ecuador experimentó fluctuaciones significativas tanto en su PIB como en los niveles de gasto público.
La composición del gasto público determina su impacto
La estructura del gasto público es tan importante como su magnitud total. Simón Rivero, María Ramos y Juan Rubio, en su artículo titulado “Public Expenditure and Economic Growth: Further Evidence for the European Union”, publicado en Economies, sostienen que “diferentes categorías de gastos públicos tienen efectos disímiles en el desempeño económico de los países de la UE tanto a corto como a largo plazo”.
En el caso ecuatoriano, las cifras son reveladoras. Según datos del MEF, la erogación no permanente, que incluye la inversión en activos no financieros, ha experimentado una drástica reducción: de USD 16.198,2 millones en 2014 a apenas USD 7.520,7 millones en 2024, una caída del 53,6%. Mientras tanto, la erogación permanente, que comprende principalmente gastos operativos y de funcionamiento, creció de USD 31.076,9 millones a USD 40.288,9 millones en el mismo período, un aumento del 29,6% (Gráfico 1).
Esta tendencia es aún más preocupante cuando se analiza específicamente la inversión en activos no financieros, que corresponde a la formación bruta de capital fijo, obra pública y bienes de larga duración. Este rubro cayó dramáticamente de USD 6.284,7 millones en 2013 a solo USD 1.879,0 millones en 2024, una reducción del 70,1%.
Como señalan Olalla y Jacome, “el gasto de inversión tiene un impacto positivo significativo en el crecimiento económico, particularmente en las ciudades metropolitanas, mientras que el gasto corriente presenta efectos variables según el nivel de desarrollo”.
La eficiencia del gasto público es crucial
Era Norris, Davide Furceri, Zsuzsa Munkacsi y Galen Sher, en su publicación “Gasto más inteligente para fomentar el crecimiento”, del FMI, explican que “un nuevo estudio de 174 economías muestra que, si adoptaran prácticas óptimas, los gobiernos podrían extraer en promedio un tercio más de valor del gasto que realizan”. Los autores enfatizan que “gastar de forma más inteligente no es una mera táctica fiscal, es una estrategia de crecimiento”.
El caso de Rwanda ilustra perfectamente este principio. Según la publicación del FMI, este país africano logró mejoras significativas en acceso a servicios básicos, electricidad y esperanza de vida “gracias a aumentos relativamente modestos del gasto en inversión, educación y salud, de USD 150 a USD 420 por persona, cifra que es inferior incluso al promedio de África subsahariana”. La diferencia radicó en la eficiencia: hacer que cada centavo cuente.
En Ecuador, la relación entre gasto público y crecimiento del PIB durante 2016-2025 muestra patrones que sugieren problemas de eficiencia. Si bien es cierto que el notable crecimiento del PIB de 19,3% registrado en el segundo trimestre de 2021 responde principalmente al efecto rebote tras la severa contracción económica provocada por la pandemia de COVID-19, cuando el PIB cayó hasta -18,0% en el segundo trimestre de 2020, resulta ilustrativo comparar niveles similares de gasto en diferentes contextos (Gráfico 3).
Por ejemplo, en el cuarto trimestre de 2024, con un gasto público significativamente mayor de USD 13.990 millones, el PIB decreció -0,9%, mientras que en el cuarto trimestre de 2022, con un gasto similar de USD 13.748 millones, el PIB creció 4,0%. Esta disparidad sugiere que el volumen de gasto no garantiza resultados positivos si no se ejecuta eficientemente y si no se acompaña de políticas económicas adecuadas.
El gasto en inversión genera mayores multiplicadores de crecimiento
Sosvilla Rivero, Ramos y Rubio identifican en su investigación que “el gasto de inversión tiene una influencia más significativa en el crecimiento económico que el gasto corriente”. Específicamente, encontraron que “en las ciudades metropolitanas, cada punto porcentual adicional de gasto de inversión se correlaciona con un aumento del 40% en el crecimiento económico”.
Los datos ecuatorianos parecen confirmar esta tendencia. Durante el período de mayor crecimiento económico reciente (2021-2022), cuando el PIB creció consistentemente entre 4% y 19,3%, la economía se estaba recuperando de la crisis de COVID-19. Sin embargo, la inversión pública continuó estancada en niveles bajos, apenas USD 2.274,9 millones en 2021 y USD 2.318,3 millones en 2022.
El estudio del FMI cuantifica estos efectos: “redirigir un 1% del producto interno bruto del consumo público de bajo impacto hacia la inversión en infraestructura eleva el producto alrededor de un 1,5% en las economías avanzadas y un 3,5% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo en un lapso de aproximadamente 25 años”. Para Ecuador, una economía de mercado emergente, esto sugiere que recuperar los niveles de inversión pública podría tener impactos significativos en el crecimiento de largo plazo.
El gasto corriente excesivo puede limitar el crecimiento
Olalla y Jacome advierten en su investigación que “el gasto corriente presenta un comportamiento más heterogéneo. Si bien son estadísticamente significativos en las ciudades medianas y grandes, su impacto es menor en comparación con los gastos de inversión”.
La experiencia ecuatoriana ilustra los riesgos del gasto corriente excesivo. Entre 2014 y 2024, mientras la erogación permanente creció casi 30%, la economía mostró un desempeño errático. Los trimestres con mayor gasto público total no necesariamente coincidieron con mayor crecimiento. Por ejemplo, en el cuarto trimestre de 2023, con un gasto de USD 14.024 millones, el PIB creció apenas 0,7%, mientras que en el primer trimestre de 2017, con un gasto menor de USD 9.546 millones, el PIB creció 7,7%.
Sosvilla y sus coautores encontraron que en la Unión Europea, “el gasto en orden público y seguridad, protección ambiental y protección social tiene efectos negativos significativos en el crecimiento a largo plazo”. Aunque reconocen que estos gastos “pueden promover la estabilidad social y el bienestar”, advierten que “pueden tener un efecto amortiguador en el crecimiento económico de largo plazo si no se alinean cuidadosamente con políticas que mejoren el crecimiento”.
Reformas necesarias para optimizar el impacto del gasto público
Para maximizar el impacto del gasto público en el crecimiento, los expertos del FMI proponen varias estrategias. Dabla y sus coautores sugieren que “combinar las actividades de investigación y desarrollo con inversiones en capital humano mejora la productividad. En las economías emergentes y en desarrollo, compaginar el gasto en infraestructura con el gasto en educación equilibra los beneficios a corto plazo con los de largo plazo”.
Las reformas deben abordar las rigideces presupuestarias. Como señala el estudio del FMI, “a escala mundial, alrededor de un tercio del gasto está efectivamente 'bloqueado', y de manera más inflexible en las economías avanzadas”. Para superarlo, países como Estonia y Suecia “recurrieron de forma activa a la planificación fiscal plurianual, que obliga a compensar el gasto nuevo en años futuros” y “condicionaron más estrictamente las asignaciones presupuestarias a los resultados ya obtenidos”.
Ecuador necesita urgentemente revertir la tendencia decreciente de su inversión pública. Como concluyen Olalla y Jacome, “una gestión eficiente y estratégica del gasto público es esencial para el desarrollo local. Se recomienda promover mayor autonomía municipal y mejorar la coordinación intergubernamental”. Para ello, es fundamental implementar “mecanismos para el control, evaluación y eficiencia en la asignación” del gasto, especialmente considerando que recursos mal direccionados pueden generar “dependencia” y “pérdida de confianza en las instituciones públicas”.
La experiencia internacional demuestra que existen mecanismos concretos para mejorar los resultados. El FMI reporta que “combatir la corrupción, afianzar el Estado de derecho y mejorar la transparencia presupuestaria son medidas que también podrían aumentar la eficiencia”.
(*) Economista, analista económica Gestión Digital.
Compartir:
