'El Jardín de los 16 artistas’, una muestra que expone un cambio
Residentes del Hogar de Personas con Discapacidad Psicosocial de la Junta de Beneficencia de Guayaquil exponen sus obras de arte.

En la Galería del Guayaquil Country Club, Nancy Marquinez junto a su obra Flores sabor a chocolate, que se expone en junio de 2025.
- Foto
Tali Santos
Autor:
Tali Santos
Actualizada:
Compartir:
Al mediodía de un miércoles de este junio, María Cárdenas terminó la consigna de la clase de arte de aquella mañana: un ejercicio de la técnica de achurado. Siguiendo un modelo, en un esquema de veinte rectángulos distribuidos en cuatro filas horizontales y cinco verticales, dibujó líneas, puntos y patrones repetidos en áreas específicas para crear efectos de sombra, textura y volumen. Un método del dibujo artístico para expresar diferentes efectos visuales. Lo hizo durante una práctica que cumplió en el salón de arte del Hogar de Personas con Discapacidad Psicosocial de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, donde ella reside.
María forma parte del grupo de residentes de esa institución que recibe clases de arte por mostrar cualidades artísticas, como “la capacidad de expresar sus emociones a través de la pintura; o su dedicación y entusiasmo al pintar”, explica la artista visual Andrea Guevara, quien dirige el taller.
Al terminar la sesión, aquel miércoles, al igual que lo hicieron otras tres compañeras que asistieron ese día a la capacitación, María guardó el cuaderno de arte en el que trabajó, que tiene pegado en la portada su autorretrato y su nombre y se despidió sonriente de la instructora con un abrazo. Ella también integra el grupo que en estos días —hasta el 30 de junio— expone sus obras en la galería del Guayaquil Country Club, en Samborondón, en la muestra denominada 'El Jardín de los 16 artistas', donde ella presenta la obra 'Belleza de Jardín', un acrílico sobre lienzo de 70 x 50, así como tres de las seis piezas de pequeño formato del conjunto denominado 'Hojas que me dan esperanza'.
Procesos
Andrea Guevara, que es artista visual, explica que esta muestra es el resultado de un proceso que empezó en febrero de 2024, cuando Cristi Game, la administradora del Hogar, la invitó a integrar el equipo del Proyecto IDEA, siglas que significan Inclusión, Desarrollo y Arte, que se abrió en esa institución como “una propuesta para promover la inclusión social y mejorar la salud mental, a través del arte”.

Un programa que, a la vez, es parte de un proceso más largo, que ha pretendido dejar atrás un problema sistémico, en el que han estado involucrados los métodos para enfrentar las enfermedades mentales y la sociedad en la que se han desenvuelto quienes las han sufrido.
Así, en el año 2021, el servicio de residencia asistida del Instituto de Neurociencias de Guayaquil se convirtió en el Hogar para personas con discapacidad psicosocial, que, progresivamente, desde 2014, había ido dejando atrás las áreas de hospitalización, con el objetivo de “cerrar el modelo manicomial que existía a nivel mundial para el manejo de los pacientes con problemas de salud mental”, según se narra en la página web de esa institución.
Mientras, el Instituto, hasta 2011, se denominó Hospital Psiquiátrico Lorenzo Ponce, que, hasta 1934, fue conocido como “el manicomio", por el nombre que tuvo hasta entonces, desde que se fundó en 1881: Manicomio Vélez.
Guevara recalca que las personas asiladas en esta institución han estado “marcadas por el estigma y los prejuicios", algo que ella misma experimentó por su desconocimiento inicial sobre las personas con discapacidad psicosocial. Cuando ella llegó al hogar —cuenta— sintió “mucho miedo, como todos”. La mayoría de los pacientes que asisten a las clases de arte en el Hogar llevan más de 20 años; y el internamiento prolongado ha dejado huellas. Game, que es neuropsicóloga clínica, explica que “el hecho de que ellos vivieran en una institución puertas adentro, durante tantos años —la mayoría conocieron lo que fue el Lorenzo Ponce— les ha traído consecuencias, deterioro cognitivo y deterioro en sus habilidades sociales”.

Ante eso, habla de una especie de deuda social: “Somos (en el Hogar), literalmente, activistas en contra del estigma social, porque sabemos que fuimos nosotros quienes los encerramos, porque, en su momento, creímos que eran una amenaza para nosotros. Ahora, somos nosotros quienes tenemos que abrirles las puertas y darles las oportunidades, y por eso hemos desarrollado el Proyecto IDEA”.
Las personas asiladas en lo que hoy es el Instituto de Neurociencias eran identificadas por un número y llevaban uniforme. “Por muchos años, como sociedad, les quitamos la identidad”, dice Andrea Guevara. La responsable artística del Proyecto habla de la incidencia que los cambios en el trato que han experimentado en los últimos años los residentes es palpable en las clases de arte.
“Cuando estuvieron envueltos en ese modelo de manicomio tenían un comportamiento diferente, eran desafiantes, porque habían sido maltratados, y, entonces, la respuesta era la misma; sin embargo, cuando yo llegué, ya se estaba corrigiendo todo eso en la institución, y ellos estaban atentos, con el deseo de aprender; prestos a receptar”, afirma.
Cuando IDEA empezó, los residentes del Hogar ya habían recibido algunos talleres de arte, cuenta la responsable artística. Pero, con este Proyecto la institución se planteó una fase en la que los participantes debían elaborar obras que se pudieran llevar a una exposición y visibilizar ese trabajo ante la sociedad.
Lo primero que ella hizo —cuenta— fue evaluar la autopercepción que tenían los residentes. “Buscábamos que no se crean el cuento de que son personas peligrosas, no aptas, no inteligentes. Que —al contrario— se sientan, realmente, merecedores de ser parte de la sociedad”.
El Jardín
Para la exposición, la instructora optó por organizar una muestra que tuviera un concepto que, como curadora, concibió como una metáfora: un jardín.

En este caso, “uno que por muchos años había sido abandonado, y al que había que quitarle la maleza para que vuelva a florecer”, dice Andrea Guevara. Trabajar el tema del jardín —anota— “es poder remover toda esta tierra que por muchos años no ha estado dando buenos frutos, por el estigma que ha habido”.
Así fue como, en octubre pasado, por primera vez, las 16 personas que crearon piezas para este proyecto, salieron del Hogar en el que residen ya no como pacientes sino como artistas. Lo hicieron para la inauguración de la primera exposición de sus obras, que se abrió en el Museo Municipal. Al mes siguiente estuvieron en la feria Exposalud; y este año, en febrero, en el bar Odisea, ubicado en la Pedro Menéndez Gilbert, junto al río Guayas.
Ha sido un recorrido en el que han conectado con la sociedad. La noche del 28 de mayo pasado, por ejemplo, cuando se inauguró la exposición donde actualmente se exhiben las piezas de 'El jardín de los 16 artistas', las risas inundaron el corredor blanco que cobija la galería del Guayaquil Country Club.
El ambiente estaba envuelto en una alegría exultante generada por algo inédito: aquella pinacoteca privada, abría ese día una muestra colectiva con 16 artistas que no eran profesionales, sino personas con enfermedades mentales. Algo que anfitriones, organizadores, autores y asistentes —o casi todos de este último grupo— vieron como un motivo para celebrar.
“Vivimos un momento espectacular. Quizá ha sido la apertura de una exposición más linda que hemos vivido. La galería lleva tres años abierta, hemos hecho unas 25 exposiciones y se han presentado unos 40 artistas, porque muchas exposiciones han sido colectivas, pero yo nunca había estado tan alegre y tan llena el alma. Era una fiesta”, recuerda Xavier Chiqui Castro Muñoz, director de Proarte, fundación que regenta esta galería y que, dice, gestionó este espacio como una colaboración con la Junta de Beneficencia y un servicio a la comunidad.
Probablemente —percibe él— esa noche, los autores de las obras fueron los más contentos. Comenta que en otras exposiciones los artistas no suelen estar atentos a hablar al público sobre su obra, pero los de esta muestra estuvieron, “cada uno, paradito, al lado de su obra, esperando que alguien llegase a hacerle una pregunta. Y daban explicaciones increíbles”, dice.
En los discursos de inauguración se destacó el cambio social que esta muestra busca. Cristi Game dijo esa noche que esa galería representaba “el pilar de una transformación que ya no podía esperar”. Explicó que la psiquiatría ha evolucionado, pero, dijo, “hay algo que aún no ha cambiado lo suficiente y es la forma en la que nosotros vemos a las personas que tienen enfermedades mentales, especialmente quienes han estado institucionalizados gran parte de su vida. Y es hora de que esto cambie. Estas personas, como ustedes, como yo, tienen una identidad, tienen una historia y tienen el mismo derecho de pertenecer en la comunidad como todos nosotros”.
En la muestra hay 27 piezas que exudan color, inspiradas en la naturaleza y en sus propias historias. Además de las obras de María Cárdenas, están 'Alegría en Plantas', de María Cano; 'Flores sabor a chocolate', de Nancy Marquinez; 'Brisa en primavera', de Corina Miller; o 'Flores, cuando no se riegan se marchitan', de Mayra Ruiz y Magdalena Zambrano.
La exposición recibe a los asistentes con un mural realizado por las tres especialistas que están al frente del proyecto IDEA: Guevara, Game y Carla Toral, neuropsicóloga clínica. Aquella pieza plantea un cambio en la narrativa social y está compuesto por frases pintadas en letras blancas sobre un fondo negro, que son un reclamo: “No soy paciente, soy artista”, que se repite en ese orden y viceversa, una docena de veces, y sobre las que se han montado fotoilustraciones que representan a los 16 artistas (mitad autorretratos, mitad fotos).

Días después de la inauguración, en una visita a la galería, Game comenta que uno de los cuadros que más refleja el estado emocional de su creador es 'Divertividad', de Daniel Acosta, quien lleva cuatro años en la institución. “Él tiene mucha energía mental, siempre está contando cosas y tiene muchas ideas espontáneas, que las dice una encima de otra”, cuenta, al referirse a la pintura de un jardín con numerosos elementos, que presenta ramas de un árbol, unas sobre otras, y plantas en macetas atiborrados de hojas.
Andrea Guevara, por su parte, destaca una que se diferencia de las otras porque, dice, el artista la dibujó sin ver ninguna referencia, ninguna imagen que les sirviera de ejemplo y la plasmó a partir de su imaginación, de sus recuerdos. Se refiere a la obra de Klifford Claudet, que dibujó un paisaje amazónico y tiene esquizofrenia, padece de delirios y dice ver imágenes satánicas. “Esa es una parte que a él le asusta de su enfermedad”, asegura ella.
En la página web del Proyecto consta información sobre cada artista y su obra, y en ese espacio Klifford, resume su trabajo: “Soy poco para el pincel, sí para el lápiz. Usar la imaginación sí que es difícil, se requiere cerebro para plasmar una buena imagen. Son imágenes que yo he visto en libros. Las imágenes que he dibujado son apariciones diabólicas”.
Guevara asegura que él se desahoga por medio del dibujo y aclara que él no pinta. “Cuando termina de dibujar dice que esos dibujos están endemoniados y no los quiere tocar. Entonces, como esto es parte de un proyecto, lo ayudamos a pintar” —cuenta—. Así, por ejemplo, cuenta la maestra, en el cuadro que está exponiendo en la galería del Country, hay hojas que él pidió pintarlas de rojo, porque en su concepción son de sangre.
Klifford también escribe palabras sobre los dibujos. “Tiene su propio idioma”, observa Andrea.
El otro mural está al final de la muestra y fue pintado por el artista Juan Diego Lozano, quien ha impartido clases de retratos a los estudiantes de este espacio. Se compone de ramas y hojas de árboles y flores en jarrones dibujados con pintura negra sobre las blancas paredes de aquella galería.
Cubre ambos lados de esa parte de la galería. En el lado izquierdo, se integran a las ramas las coloridas piezas de pequeño formato del conjunto 'Hojas que dan esperanza'. Del otro, en sobrio duotono, se intercalan hojas de papel, con dibujos y textos escritos por varios de los expositores. Son testimonio de los tormentos, las angustias, denuncias y deseos de algunos de ellos, que hablan de realidades individuales y, también sociales.
Uno de esos escritos, a base de frases sueltas, es una carta dirigida “al presidente Joe Biden”. Otra hoja tiene dibujos que representan a alguien que quiere ver televisión, que dice que quiere repasar inglés y varias oraciones: “My brothers are bad. Leer el nuevo testamento. Quiero dibujar una parte de una avenida con sus edificios y algunos carros estacionados y al frente unos árboles”.
Otro, supone un poema: “Al verso: Triste casa perjura. Todo cuanto rodea es llanto, penas y remordimiento. En medio de compañía, solitaria. En una celda fría, padeciendo necesidad, desnudez y siendo maltratado, golpeado por una sociedad, llena de odio, rencor y amargura. Todo sea por un delito no cometido”.
No hay censura en esta muestra artística. En una de las hojas escritas con letra de rasgos infantiles, hay un texto con una queja del Instituto de Neurociencias. Habla de malos tratos en ese lugar y dice que “la esquizofrenia es muerte”, al hacer alusión a alguien a quien vio morir en ese centro, años atrás y a un hecho que se sumó a sus memorias.
Recuperación
Cristi Game dice que más que hablar de diagnósticos alrededor de estos artistas, es necesario hablar de un problema que hay que resolver. “¿Hay alucinaciones y delirios? Sí. Pero, justamente, no queremos que esa etiqueta —el diagnóstico— arrastre a la persona”.

Lamentablemente, comenta, algo que es común en el grupo de artistas es que tienen enfermedades de larga data. “Lo que no quiere decir que sea incurable”, afirma. Considera que, por ejemplo, “ese delirio, se lo puede transformar en otra cosa para generar bienestar”, echando mano del arte o la reinserción laboral. “Hacer mucho más que solo apagar el síntoma con la pastilla”, recalca. Al referirse a la reinserción laboral cita el caso de una paciente, Martha Ramos, quien trabajó en la empresa de café Huma, que mantiene una colaboración con el Proyecto y por la que fundas de café de esa marca tienen imágenes de las pinturas del 'Jardín de los 16 artistas'.
“Entrar en un espacio laboral implica tener una rutina, como vestirse para ir al trabajo, compartir un chiste con los compañeros. Es entrar en un espacio real”, destaca Game.
Iris Arcentales, otra de las artistas, también ha ingresado a laborar en Huma, comenta Andrea Guevara. Sobre ella, en el Instituto llegaron a pensar que no podía hablar. “Era muy tímida, hablaba bajito; pero, tras la terapia en IDEA, ahora habla sin problemas y llegó el punto en el que puede asumir una responsabilidad, un trabajo”, cuenta la maestra.
Guevara señala que este trabajo “no ha consistido solo en trabajar la autopercepción de los residentes, sino en recuperar todas estas habilidades sociales que habían perdido por culpa del encierro”.
Aunque el 80% de los residentes del Hogar está en condición de abandono, el ajetreo que han tenido como artistas, en diferentes exposiciones, así como otras actividades relacionadas con talleres de elaboración de productos como galletas, también ha contribuido a su reinserción familiar.
Carla Toral, refiere que estas actividades también animan a los familiares. “Ya no solo lo tiene que acompañar a la cita médica, sino a la exposición o a ver la presentación de un producto que él mismo realizó con sus manos”, dice, al recalcar que ese, realmente, ha sido el logro del Proyecto, “trabajar juntos como sociedad”.
“Al ser tomados en cuenta socialmente, la familia también los empieza a valorar y a tomar en cuenta”, anota Andrea Guevara.
Este proceso ha servido para conectar relaciones que estaban sumergidas en el silencio. Iris Arcentales, por ejemplo, como no hablaba, no tenía mucha comunicación con su mamá; pero con el Proyecto ella ha ganado más seguridad y ha logrado un mayor acercamiento con ella —explica Carla Toral—. Por eso quiso llamar a su primer cuadro 'Las Flores de Gabriela', en honor a su madre. El impacto del Proyecto ha sido medido, afirma Toral. En general, dice, se ha observado un 85% de mejoras en habilidades cognitivas y un 65% en habilidades sociales. “Además de las métricas, hay un impacto cualitativo muy valioso, relacionado con su autoestima, sobre todo, ese sentido de propósito y pertenencia, que es difícil medir numéricamente, pero que se evidencia en el día a día”.
Un ejemplo de esas habilidades sociales es la conexión entre ellos. “Habían pasado muchos años viviendo juntos y no se conocían, no sabían los nombres de los otros”, refiere Guevara. “Ahora se dicen, por ejemplo, ’oye, te veo arrugado, come mejor‘. Si bien lo pueden decir mejor, ya hay conciencia de los otros. Alguno le dice a otro sobre su obra, ‘¡Qué bonito te está quedando!’. Algo que antes no ocurría.”
Este proyecto no busca generar lástima, recalcó Carla Toral, durante la inauguración. “Esto muestra que, gracias a que son como son, tienen una mirada única del mundo y que cuando les damos los recursos adecuados: espacio, tiempo, materiales, respeto, sucede lo inevitable: florecen. La dignidad no se negocia”, recalcó ese día, e invitó a la sociedad al cambio: “Al abrir las puertas de esta institución (el Instituto de Neurociencias) no solo salen ellos, también entramos nosotros, como sociedad y así la sociedad se transforma”.
Esa noche, sin embargo, alguien le hizo un cuestionamiento a Andrea Guevara sobre la condición de artistas de los expositores. Le planteó que con ella solo llevan un año y cuatro meses, y que no han ido a ninguna universidad y le propuso que les explique que, realmente, no son artistas. “Yo, me reí y le dije: ‘Como artista estudiada, no creo que ningún artista pelee por eso. El artista es el que expresa, el que utiliza el arte para cuestionar”, cuenta aquel miércoles, después de la clase en la que María Cárdenas hizo los ejercicios de la técnica de achurado.
El arte creado por gentes ajenas al mundo artístico, sin formación académica, es conocido como Art Brut, un término acuñado en 1945 por Jean Dubuffet, al que hace alusión Chiqui Castro, que, también es coleccionista de arte y lamenta que, la noche de la inauguración, alguien se le haya adelantado a comprar una de las obras de 'El Jardín', que el quería adquirir.
Hasta el 18 de junio se habían vendido 13 obras de la colección, en las diferentes exposiciones, comenta Cristi Game. La actual es la primera fuera de los límites de Guayaquil. Señala que piensan llevarla a otras ciudades, como Quito o Cuenca. Cada salida de ellos implica una logística para brindarles seguridad a los artistas, pero “para ellos es un día de fiesta”, dice complacida.
Compartir: