Lunes, 29 de abril de 2024
En sus Marcas, Listos, Fuego

Confesiones de una tentativa de rendición

Felipe Rodríguez Moreno

Felipe Rodríguez Moreno

PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.

Actualizada:

13 Mar 2024 - 5:59

Tentativa es una conducta iniciada pero no consumada, es decir, algo que se intentó y no se logró. Y yo admito que intenté rendirme.

Intenté rendirme porque mi burbuja estalló con las agujas de tantos jueces, fiscales y abogados presos, exponiéndome en carne viva al mundo.

  1. Me di cuenta que llevo casi una década enseñando a múltiples generaciones de alumnos cómo ganar un caso con pruebas, cómo obtenerlas según cada paso del proceso y cómo practicarlas en audiencia, con destreza quirúrgica y estrategia, para defender con firmeza a sus clientes cuando son inocentes y para obtener la pena justa cuando son culpables.

a. Luego vi en Purga y Metástasis que mis colegas resolvían los casos con billetes de cien, favores materiales e inmateriales, y presiones políticas. Que las pruebas eran recursos para pendejos, que la estrategia diseñada por un jurista no es más que un juego de mesa para niños incautos.

  1. Me di cuenta de que llevo doce años ejerciendo esta profesión trabajando 16 horas al día, entregando mi vida a mis clientes, planificando con mi equipo cada paso, cada técnica, cada decisión con la norma en la mano.

a. Luego vi en Purga y Metástasis que si entregaba dólares o hacía transferencias a paraísos fiscales a los operadores de justicia, me ahorraba tantas horas lejos de mi familia.

  1. Me di cuenta de que los títulos en la pared obtenidos tras estudiar incansablemente días y noches enteras, gastando para ello todos mis ahorros, eran motivo de orgullo.

a. Luego vi en Purga y Metástasis que ser abogado ha sido equivalente a ser un proxeneta educado y certificado.

Entonces decidí rendirme. Decidí dejar de venderles humo a mis alumnos, dejar de robarle el tiempo a mi maravilloso equipo de trabajo; decidí colgar los guantes.

Pero todo quedó en tentativa. ¿Qué necesitaba? Un chirlazo. Y lo recibí por parte de un entrañable amigo (Juancho).

Porque abrí los ojos y me di cuenta de cosas maravillosas, de oportunidades irrepetibles, de una forma de morder el mundo sin precedentes:

  1. Me di cuenta que, tras casi 10 años de ser catedrático, no tengo ningún alumno preso. Los regresé a ver y los veo ejerciendo esta profesión de forma proba, haciendo dinero de forma honesta, triunfando en la vida sin necesidad de coimar a nadie.
  1. Me di cuenta que son decenas de estudios jurídicos dedicados al Derecho Penal que ganan sus casos sin nunca haber dado ni una botella de agua mineral a funcionario público alguno. Regresé a ver a todos mis colegas honestos que duermen tranquilos, que han dado todo a sus familias y que nunca se han ensuciado las manos.
  1. Me di cuenta que en toda profesión existen villanos y humanos probos. Me di cuenta que el título no hace al profesional, sino que al profesional lo hace su profesionalismo. Me di cuenta que al título o se lo abandona en los vómitos del mal o se lo recupera para siempre.
  1. Entonces, regresé a ver y me acordé de todos esos jueces honestos que conozco. Esos que no tiemblan cuando el país tiembla con Purga y Metástasis, esos que besan a sus hijos cada noche sabiendo que no les dejarán de herencia un Rolex de oro y de mal gusto, sino la mejor herencia de todas: un legado de decencia.
  1. Entonces, regresé a ver hacia el otro lado y vi con claridad a todos esos fiscales honestos, cuyos principios han sido inquebrantables, para quienes el deber ha sido su única bandera y que hoy operan, sin miedo, contra sus compañeros que prostituyeron a la institución.
  1. Me acordé de que triunfar en la vida siendo honesto no solo es posible, sino que siempre ha sido posible, pero sobre todo, que sigue siendo posible.

Entonces, me acuerdo de las palabras de ese amigo y tiene razón: este es el peor momento para la corrupción. Este es el momento donde los rabos de paja humean, donde quienes no tiene útero están pariendo.

Entonces, este es el momento en el cual debemos decir: aquí se acabó la lucha diaria por triunfar siendo honestos en un mundo podrido, ahora es momento, el momento perfecto, para aplastar a los corruptos en un mundo que ya nos les resulta cómodo.

Este es el momento de utilizar el fin de la pena. Me explico: es el momento de ir a dar clases y exponer a los alumnos, con imágenes de carne y hueso, cuál es el destino que les espera si se desvían del camino. 

Entonces no me rendí. Me di cuenta que este es nuestro mejor momento. Un momento extraordinario en el que los malos tienen miedo y los buenos debemos aprovechar el rush de adrenalina para rematarlos en el piso (las cosas como son).

Este es el momento en que les decimos a los corruptos que los actos humanos tienen consecuencias y que no podían pasar toda vida siendo impunes ni a las leyes de la física ni a las leyes del Derecho.

Esto suena feo, pero así es: es momento de jugar con el miedo. Es momento que los jueces, fiscales y abogados corruptos pierdan el control de sus esfínteres.

Pero tambíen es momento, ahora o nunca, de decirles a esos jueces y fiscales honestos, que pagar día a día sus hipotecas, que vivir sin lujos, que haber servido al país con la frente en alto, tiene su recompensa. También es momento de no abandonar a los buenos funcionarios.

Hoy es momento de los buenos. ¿Rendirse? Rendirse está prohibido. ¡Prohibido!

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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