Domingo, 28 de abril de 2024
Columnista Invitado

Ecuador: Ahora Sí, de Verdad, un Cambio – Parte II

Javier Justicia

Javier Justicia

Máster en Política Pública en la Universidad de Calgary y director de Operaciones e Investigaciones de Latin American Initiative, en coautoría con José Paredes, estudiante de Economía de la Universidad Católica (PUCE).

Actualizada:

20 Ago 2023 - 5:58

Esta es la segunda parte, de un artículo que, aunque apolítico, busca fundamentar porque una colaboración entre el, o los representantes de los pueblos indígenas, con el binomio que mejor represente la opción democrática para el país en las elecciones de 2023, es crítica para lograr la gobernanza en Ecuador.

La consigna es la de no solo escribir un análisis, sino presentar propuestas.

Luego de analizar a Ecuador como país multiétnico y plurinacional, es indispensable también considerar la situación geopolítica del país. La geopolítica es algo que, tradicionalmente en América del Sur, poco o nada se ha estudiado a la hora de dirigir las naciones. 

Como se ha descrito en artículos anteriores, Ecuador es un país con una geografía compleja. A Ecuador lo dividen los Andes, lo que históricamente ha dificultado la comunicación entre la región Sierra y la Costa, principalmente entre Quito, la capital, y Guayaquil, el principal centro de comercio del país. Adicionalmente, el 46% del territorio nacional está cubierto por las inhóspitas selvas Amazónicas. 

La primera característica de Ecuador, como consecuencia de su compleja geografía, es que a lo largo de su historia la población de Ecuador se ha ido desarrollando hasta llegar a formar una sociedad extremadamente heterogénea. Actualmente, conviven en el territorio, 14 etnias de diferentes grupos ancestrales, además de una población mestiza con costumbres muy diferentes entre sí, dependiendo de donde habiten, y otros grupos con ascendencia afro y una minoría europea.

Según la geopolítica, aquellos países con difícil e inaccesible geografía tienden a estar situadas dentro de una masa continental, lejos del mar. A estas naciones se las refiere en geopolítica, como naciones de tierra o continentales. Un análisis simple nos indica que las nacionalidades indígenas ancestrales que se han desarrollado en los Andes han sido sociedades propias de las naciones de tierra o continentales.

La heterogeneidad de la sociedad, causada por una difícil geografía, le da ciertas características a una nación según la teoría de la geopolítica, tales como que esta nación tenga que ser controlada a través de un gobierno centralizado que use abundante propaganda cultural para intentar unificar a la población. Una sociedad heterogénea tiende a ser estratificada con jerarquías bien definidas. Por último, una sociedad heterogénea tiende a tener gobiernos que priorizan los derechos del grupo dominante y limitan los derechos de las minorías o de los grupos oprimidos. 

En el Ecuador moderno, el gobierno cuyas características se han acercado más a las descritas aquí ha sido el que gobernó entre el 2007 y el 2017. 

La antítesis de las naciones de tierra o continentales, con todas sus características, son las naciones marítimas. Como su nombre lo indica, estas son naciones costeras, que tienen acceso al mar, no necesitan de un poder centralizado y dependen más bien del comercio, que les da a su vez más libertad e individualidad a sus habitantes.

El área de la costa ecuatoriana, con el acceso al mar y su dependencia del comercio, le debería haber dado a la sociedad de la región las características de una sociedad de una nación marítima.

Si le añadimos a esto el dato de que la región de la Sierra y la región de la Costa aportaron al Valor Agregado Bruto del PIB en casi la misma proporción (46,5% para la Sierra y 45% para la Costa), nos encontramos que el Ecuador como nación, desde el punto de vista Geopolítico se encuentra en una coyuntura entre ser una sociedad de una nación continental o terrestre y una marítima.

Las consecuencias para el país son evidentes en la situación política que le ofrece a Ecuador la posibilidad de escoger entre una facción autoritaria y centralista y una que apoye al libre mercado y prefiere la democracia. Las dos son válidas, en teoría, si es que garantizan gobernanza y progreso, aunque objetivamente y luego de ver los resultados históricos en otras naciones como Irán o Rusia como naciones continentales y Gran Bretaña y los Estados Unidos como naciones marítimas, parecería obvio que la opción democrática es sin duda la mejor para la mayoría del pueblo. 

El sistema autoritario, propio de una nación continental o terrestre, que se trató de imponer entre el 2007 y el 2017, no funcionó, por la misma razón por la cual el régimen pro libre mercado que llegó al poder desde el 2021 tampoco lo hizo: existe un forcejeo entre dos fuerzas naturales que no le permiten avanzar al país. 

Desde este punto de vista no es posible seguir intentando imponerle un gobierno en particular a la sociedad, porque esto no se daría de manera natural, de manera orgánica. Para resolver la dicotomía del Ecuador entre ser una nación terrestre o continental y una nación marítima se debe dominar primero a la geografía y permitir luego que los efectos de esto vayan cambiando a la sociedad.

La solución no puede ser simple en su implementación, en lo absoluto, pero en un mundo globalizado es posible lograrlo. Israel es un buen ejemplo de un país que logró dominar su geografía para beneficio de su pueblo. 

En la práctica, dominar a la geografía de Ecuador implicaría construir un sistema de comunicación robusto y moderno que una completamente a la Sierra y a la Costa. Posteriormente, se puede incorporar a la Amazonia. Un sistema que de verdad domine a la geografía del país tendría que contar con autopistas de alta velocidad entre la Sierra y la Costa.

Se tendría que mejorar además y considerablemente las vías de acceso desde las áreas productivas en la Costa hacia los puertos. Se necesitaría también utilizar al tren como herramienta industrial y de carga y no solamente para el turismo ligero. Sería crucial también renegociar los contratos existentes con las empresas de telecomunicación para incentivarlas a que modernizan la infraestructura. 

Todo esto es muy posible de financiar con ayuda la internacional de multilaterales y de la empresa privada, si se lo presenta como parte de un plan de desarrollo a largo plazo, que busque afianzar los valores de la libertad, del libre comercio y la democracia. 

Lo tercero a considerarse en cualquier análisis de Ecuador es que esta es una nación postcolonial, como lo son muchas, alrededor del mundo, incluyendo Suráfrica o la India. A diferencia de estos y otros países postcoloniales, sin embargo, Ecuador es un país en donde los colonizadores se mezclaron con los colonizados para formar una nueva nación, mestiza.

Al igual que casi todos los países con pasados coloniales, en Ecuador todavía quedan instituciones que benefician a los descendientes más directos de los colonos. Una de estas instituciones es una herencia del antiguo sistema de la hacienda, específicamente la práctica de controlar a las poblaciones indígenas a través de curas, mayordomos o caciques locales. Esta práctica ha continuado, para el detrimento de la democracia, cuando los partidos políticos más grandes consolidan votos a través de hombres fuertes locales que mueven a sus comunidades a votar según sus intereses.

La sociedad mestiza de Ecuador se encuentra en un limbo, como se comentó antes, sin querer aceptar sus raíces indígenas ni sentirse parte de la sociedad española/europea que colonizó al país. Y esto se refleja también en la política nacional. La opción que representa a la autoridad central fuerte necesita unificar a la nación mestiza, y para suplir la deficiencia de identidad buscó, cuando estuvo en el gobierno, unir al país bajo la imagen del gran líder.

La opción que representa al libre mercado, por otra parte, es asociada con los más pudientes y tácitamente con los descendientes de los blancos o europeos y por eso no logra consolidar un apoyo mayoritario.

A esto se suma un movimiento indígena que ha ido ganando terreno en la arena política y electoral, pero que no logra ofrecer una opción que convenza a la mayoría de los votantes. 

Si la población mestiza tiene problemas para identificarse con una de las posibles raíces que crearon al Ecuador moderno, lo razonable es que las minorías que sí tienen una cultura a la que aferrarse -en un extremo los descendientes de los colonos europeos y al otro extremo aquellos que aún viven dentro de la cultura indígena- tomen la lid para guiar a la población mestiza, juntos y en consenso.

Una tesis académica no sirve de mucho si no puede ponerse en práctica, es por eso por lo que aquí se han presentado puntualmente dos propuestas reales para comenzar a resolver los problemas que representan la heterogeneidad social en Ecuador y la difícil geografía del país. 

De la misma forma es importante presentar una propuesta práctica para comenzar a resolver los problemas dejados por el legado colonial. Yaku Pérez, como representante del voto indígena, debe unirse a aquella opción democrática que pase a la segunda vuelta en contra de la opción autoritaria, para cogobernar siguiendo conceptos globales que cambien fundamentalmente al país. 

Una vez más, solo una verdadera unión entre ecuatorianos nos permitirá sacar al país adelante.  

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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