Jueves, 25 de abril de 2024
Efecto Mariposa

¿Y si el día tuviera más horas? La pobreza en términos de tiempo

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

6 Abr 2022 - 19:03

¿Le gustaría que el día tuviera más de 24 horas? Si su respuesta es sí, usted puede formar parte del enorme grupo de personas que tiene la sensación crónica de que el tiempo no le alcanza para hacer las cosas del día a día.

Y no solo eso, usted puede ser parte de quienes experimentan pobreza por tiempo. 

Sí, la pobreza no es solo monetaria, y se dice que son pobres por tiempo a quienes no tienen espacio suficiente para descansar y dedicarse a actividades de ocio, una vez que se descuenta el tiempo destinado al trabajo remunerado y al no remunerado, que incluye tareas, como: cocinar, lavar, planchar, cuidar a los niños o adultos mayores.

A pesar de que la pobreza por tiempo es más frecuente en las mujeres, según ONU Mujeres, en Ecuador, siete de cada 10 mujeres son pobres por tiempo, mientras que en los hombres tres de cada 10 lo son, cada vez hay más personas que desearían que el día tuviera más horas y, como esto parece no ser posible, el número de personas pobres por tiempo que sufre las consecuencias de este tipo de privación va en aumento. 

Primero, las personas pobres por tiempo pueden tener problemas en su salud física y mental. Hay investigaciones que sugieren que quienes se sienten abrumados por sus responsabilidades y por la incapacidad de cumplirlas, experimentan altos niveles de estrés y ansiedad, afectando su salud mental.

Este tipo de privación también puede hacer que las personas ahorren tiempo en actividades que deberían ser prioritarias, como: hacer ejercicio, alimentarse adecuadamente, dormir e ir al médico

Por último, las personas pobres por tiempo pueden sentirse menos satisfechas con sus vidas y, en general, los individuos insatisfechos son menos productivos, creativos, tienen dificultades para relacionarse saludablemente, y trabajadores de este tipo no son atractivos para los empleadores, tampoco contribuyen a que el país sea más próspero.

Aunque el día tuviera más horas, el tiempo siempre será insuficiente, pues sin darnos cuenta nos dejamos absorber por un sistema que, aunque no hayamos diseñado directamente, alimentamos en diferentes esferas. 

En la familia, somos parte de estructuras en las que se 'permite' e incentiva que las mujeres trabajen, pero las tareas domésticas no se dividen y la atención de la casa, de los hijos, de los adultos mayores y de las personas que requieren cuidados son responsabilidad de las mujeres, independientemente de que tengan o no un trabajo remunerado.

En los trabajos, de forma desenfrenada, queremos ser los trabajadores perfectos: siempre alertas y activos, conectados las 24 horas de los siete días de la semana, intentando siempre aparecer ocupados y ajetreados y sin tiempo para tener una vida, además de la laboral.

Sutilmente, los programas de incentivos, recompensas y promociones nos imponen la obligación de ser los mejores; no interesa a qué costo. Se elogia a los que hacen todo y se romantiza la existencia de súper mujeres y de súper hombres, sin importar el nivel de estrés que aguantan y la vida sin vida que pueden llevar.

A nivel institucional, también hay ladrones de tiempo: largas filas de espera para hacer una gestión simple, como sacar una cédula de identidad; trámites engorrosos y con requisitos complicados.

Si a todo esto le sumamos el tiempo que se nos va en los traslados, no por las grandes distancias, sino por la congestión, el pésimo servicio del transporte público y el mal estado de las vías, en verdad, no hay día que alcance. 

Parecería que la responsabilidad de cuidar el tiempo es individual, sin embargo, no es así.

Es cierto que somos responsables de valorar nuestro tiempo y de poner límites, ampliar nuestra vida a una que vaya más allá de lo laboral y dedicarnos a actividades que nos alimenten en lo personal, pero como mencioné al inicio de esta columna, no tener tiempo también es una forma de pobreza. 

Entonces, aliviar esta forma de privación también debería ser tema de preocupación de nuestros gobernantes. Deberían existir centros de cuidado públicos de calidad y suficientes, para niños, adultos mayores y personas con necesidad de atención especializada, para que las mujeres no tengan que convertirse en pulpos. 

El estado de las vías y la problemática del transporte público deberían ser temas prioritarios en la agenda del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, de los municipios y de las prefecturas.

Los tiempos y procesos de los trámites también deberían ser simplificados, analizando la opción de que estos también puedan realizarse de manera virtual. 

En los empleos, los trabajadores no deberían ser tratados como robots. Se deberían flexibilizar los horarios y las formas de trabajo, proveer de transporte a los empleados, conceder permisos para atención médica en horarios laborables. 

Si seguimos alimentando este sistema que solo nos pide más y más, pero no nos retribuye de igual manera, comenzaremos a desear que se invente un día más largo. Sin embargo, aunque el día tuviera más horas, es probable que no alcance para hacer todo lo que queremos y debemos hacer. 

El ritmo de vida actual ha creado a los hombres grises, aquellos extraños personajes que aparecen en 'Momo', una novela escrita por Michael Ende.

Los hombres grises viven obsesionados con el aprovechamiento del tiempo y castigan a quienes deciden 'malgastarlo' en actividades que parecen no productivas, como: dormir, descansar, hacer ejercicio, compartir con amigos o familiares. 

Podemos asesinar sin culpa a los hombres grises y recuperar el sentido multifacético de la vida.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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