Leyenda Urbana
Odiar a Correa, pero imitarlo; misterio y decepción

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
Actualizada:
Los ecuatorianos no salen de su asombro, y solo esperan que las más funestas predicciones no se conviertan en realidad y que, después de haber derrotado tres veces seguidas al correísmo en las urnas, no tengan que mirar cómo sus más perniciosas prácticas políticas se repiten, teniendo, hoy, como protagonistas a quienes se eligió bajo la convicción de que representaban, exactamente, lo contrario.
Acciones y argumentos idénticos no pueden ser coincidencia, por lo que la piel se eriza al imaginar que un retroceso social y político estaría en marcha y que el riesgo de una involución democrática pudiera ser real.
Un informe de la periodista Sara Ortiz, de diario Expreso, ha revelado cómo el funesto Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) -que Daniel Noboa prometió en campaña eliminar-, ha manipulado con osadía los hilos de las más altas Funciones del Estado, para quitar unos nombres y poner otros, hasta integrar las ternas que les garantice controlar el Consejo de la Judicatura; tener su propio Jalkh y, seguramente, “meter la mano en la justicia”, como lo hizo Correa, en 2011; solo que hoy llamarán “emergencia judicial”.
La historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa, escribió Karl Marx, en su obra “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”. Y para el Ecuador de 2025 resulta de un dramatismo conmovedor.
Sin chistar palabra, el CPCCS le sirvió a Correa, por lo que los concursos eran una pantomima; años después, la “Liga azul” volvió a controlar el organismo, hasta que fue reemplazada por una mayoría afín al poder actual.
El control del CPCCS siempre lo ha tenido Carondelet.
La elección de Galo Chiriboga como fiscal general del Estado habiendo sido primero abogado personal de Correa y luego su embajador y ministro, y sin tener formación en Derecho Penal, fue una dolorosa experiencia por la falta de independencia con el poder político; y porque casos de corrupción como los sobornos de Odebrecht, la venta anticipada de petróleo y una lista extensa de otros más no fueron ni siquiera investigados.
Ocurrió igual con Carlos Baca Mancheno quien pasó de Carondelet a la Fiscalía, siendo otro golpe moral al país, al tratarse de quien representó a Correa en el “caso 30-S”, que investigó la revuelta policial de 2010.
Tras divulgar los audios de una conversación entre el contralor Carlos Pólit y el titular de la Asamblea, José Serrano, que evidenció la vileza de mezclar la política y la justicia, Baca Mancheno fue cesado por la Asamblea y Serrano echado de la Presidencia.
Pretender poner Fiscal desde el poder político, sería replicar esas funestas experiencias.
Tan funesto como fue que quienes proclamaban representar el “Nuevo País” terminaran siendo un fiasco, por lo que los ecuatorianos no soportarían que ahora que dicen representar el “Nuevo Ecuador”, el engaño se repitiera.
Y es que algo insólito parece ocurrir con el Gobierno de Noboa que, en varias decisiones y acciones replica las mismas tomadas por Correa, lo que genera suspicacias, pues resultaría inadmisible que lo haya convertido en referente.
En 2013, Correa firmó el Decreto 16 para disolver Fundaciones, gremios y ONG arguyendo que se usaban para desestabilizar el país, y, en 2015, lo amplió con el Decreto 739, para liquidarlas o expulsarlas.
Así, sacó del país a la Usaid, acusándola de tener nexos con la CIA; a la fundación Pachamama, por oponerse a la política petrolera; a Acción Ecológica por rechazar concesiones mineras en la Cordillera del Cóndor y denunciar violaciones a los derechos humanos; a la alemana Konrad Adenauer, a la UNE y a Fundamedios.
Nadie habría imaginado que, con el proyecto de “Ley de Fundaciones” enviado a la Asamblea, con el carácter de económico urgente, Daniel Noboa pudiera replicar esas acciones, bajo el argumento de controlar las fuentes de financiamiento y evitar el lavado de dinero y el ingreso de recursos para el terrorismo.
Si el Gobierno conoce organizaciones que reciben cifras millonarias y no las ha intervenido evidencia negligencia de las entidades de control. Y si ha identificado USD 600 millones en operaciones irregulares, y no ha actuado, es un escándalo mayúsculo.
Y hay más.
Para lograr el control del Tribunal Contencioso Electoral (TCE), usaron actos de prestidigitación legal que causaron asombro; pero la gente se acostumbró de inmediato y más bien empezó a apostar anticipar los fallos de los distintos casos, recordando que lo mismo ocurrió en la década pérdida.
Sucede igual con la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, de mayoría oficialista y con presidente sumiso, que prefiere engavetar cualquier investigación que pudiese afectar al Ejecutivo, por lo que gente ha vuelto a llamarla “Comisión de archivo”, como tiempo atrás, cuando actuaba solo en contra de los adversarios.
A lo largo de la historia se ha demostrado que el poder requiere un enemigo contra quien descargar sus debilidades, al punto de que, como dijo Umberto Eco, si el enemigo no existe, había que crearlo.
En enemigo pretenderían convertir a la Corte Constitucional (CC) que tiene en sus manos decenas de demandas de inconstitucionalidad a las Leyes urgentes aprobadas por la Asamblea, por lo que, anticipándose a su dictamen, se la ha hostigado, de forma infame.
El relato de que es enemiga del país y que los jueces constitucionales se oponen al progreso, por lo que mejor sería convertirla en una sala de la Corte Nacional de Justicia (CNJ), es absurdo, al tratarse del órgano que hace control constitucional, propio de una democracia.
Solo recordar lo que significó aquella Corte Constitucional copada por dóciles jueces que se alinearon con la agenda política y no tramitaban las causas que incomodaban al poder, es insufrible.
La “Corte cervecera” abochornó a todos. Nunca más otra similar.
En momentos difíciles para el país, resulta altamente peligroso aquella narrativa de que quienes no apoyan ciertas decisiones están con la delincuencia y el crimen organizado.
Algo tan perverso evoca aquello de “atrasa pueblos” y vendepatrias”, que repetía Correa para deslegitimar a los contradictores. En fin.
En tal escenario, ojalá a nadie del Gobierno se le ocurra apelar a Goebbels e inundar el país con propaganda y distraernos de la realidad; tampoco que algún adlátere intente convencer a Noboa de proclamarse “jefe de todos los poderes”.
Eso es lo que hizo Correa, al que dicen odiar, pero lo imitan causando decepción.
Menos mal que están a tiempo de enmendar.