Desempleo juvenil en Ecuador: ¿por qué la educación no está generando trabajo?
Ecuador enfrenta el desafío de articular efectivamente su inversión educativa con las oportunidades de empleo para jóvenes, en un contexto donde la tasa de desempleo juvenil alcanzó el 9,2% en 2024.
Tres jóvenes sentados cumpliendo su jornada laboral.
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Flickr Banco Mundial
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La relación entre inversión educativa y empleabilidad juvenil constituye uno de los ejes fundamentales del desarrollo económico y social de Ecuador. En un país en el que la tasa de desempleo juvenil se mantiene como la más alta, con 9,2% en 2024, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo, la efectividad de la inversión pública en educación cobra especial relevancia.
El Presupuesto General del Estado destina recursos significativos al sector educativo, con el Ministerio de Educación ejecutando USD 3.282,66 millones en 2024, representando el 9,4% del presupuesto total aprobado de USD 34.858,14 millones. Para dimensionar esta inversión, es importante comparar que el Ministerio de Salud Pública ejecutó USD 2.807,70 millones (8,1% del presupuesto total), lo que significa que educación recibe 1,17 veces más recursos que salud. Sin embargo, los indicadores laborales juveniles sugieren que esta inversión no se traduce automáticamente en mejores oportunidades de empleo para los jóvenes ecuatorianos.
La problemática trasciende la simple asignación de recursos, adentrándose en la calidad de la educación, la pertinencia de los programas formativos y la articulación entre el sistema educativo y las demandas del mercado laboral. Para muchos jóvenes, la transición de la educación al mercado laboral transcurre con muchos problemas, debido a que no poseen los niveles básicos de alfabetización necesarios para acceder a la formación profesional, según un estudio de empleabilidad juvenil realizado por el Ministerio del Trabajo.
Evolución del gasto público en educación
El análisis de la evolución presupuestaria del Ministerio de Educación durante los últimos años revela una tendencia de inversión sostenida, aunque con fluctuaciones significativas que reflejan las prioridades cambiantes de política pública y las restricciones fiscales del país (Gráfico 1).
Los datos muestran que el presupuesto ejecutado en educación alcanzó su pico en 2019, con USD 3.293,94 millones, experimentando posteriormente una reducción durante 2020-2021, período que coincide con la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia de COVID-19. La recuperación observada hacia 2024, con USD 3.282,66 millones ejecutados, representa un nivel similar al período pre-pandémico, aunque inferior al máximo histórico registrado.
Esta inversión se destina principalmente a gastos en personal del Ministerio de Educación, por USD 2.756,50 millones, representando el 83,97% del total devengado por la entidad. Los recursos permiten cubrir obligaciones como remuneraciones básicas de docentes del magisterio, por USD 1.605,45 millones, remuneraciones temporales, por USD 374,09 millones, y aportes patronales a la Seguridad Social, por USD 367,84 millones.
El sector educativo también incluye las entidades de Educación Superior, que en conjunto devengaron USD 1.259,81 millones, con una participación del 26,12% respecto al sectorial educación. Esta inversión se destina principalmente a egresos en personal, por USD 906,30 millones, representando el 71,94% del total de las instituciones de educación superior.
La persistente problemática del desempleo juvenil
Los indicadores laborales juveniles en Ecuador presentan un panorama complejo que evidencia la persistencia de desafíos estructurales en la transición educación-trabajo, especialmente marcados por significativas brechas de género (Gráfico 2).
La evolución del desempleo juvenil (jóvenes entre 18 y 29 años) por sexo durante el período 2018-2024 revela patrones preocupantes. Las mujeres jóvenes enfrentan tasas de desempleo consistentemente superiores a las de los hombres, con diferencias que oscilan entre 4 y 7 puntos porcentuales. En 2024, mientras los hombres jóvenes registran una tasa de desempleo del 6,9%, las mujeres alcanzan el 12,8%.
Esta disparidad se agudizó durante 2021, cuando el desempleo femenino juvenil alcanzó el 14,6%, el nivel más alto del período analizado, reflejando el impacto diferenciado de la crisis sanitaria. Los efectos en el mercado laboral provocados por la crisis de la COVID-19 no han sido iguales para todos los grupos poblacionales. Los grupos más afectados han sido las mujeres y los jóvenes, confirma el estudio del Ministerio del Trabajo.
Más allá del desempleo, la calidad del empleo juvenil presenta desafíos adicionales. Los datos sobre la condición laboral de los jóvenes revelan que más brechas (Gráfico 3):
La tasa de empleo adecuado es significativamente baja: 35,5% para hombres y apenas 26,2% para mujeres; es importante considerar que de igual forma el empleo adecuado nacional sigue siendo bajo (35,9%).
- El subempleo afecta al 28,5% de hombres jóvenes y 22,5% de mujeres jóvenes.
- El empleo no remunerado impacta desproporcionalmente a las mujeres (13,3% vs 7,5% en hombres).
- El sector informal absorbe al 47,5% de hombres jóvenes y 44,9% de mujeres jóvenes.
Estos indicadores sugieren que aún cuando los jóvenes logran insertarse en el mercado laboral, la calidad de estos empleos frecuentemente no cumple con estándares de trabajo pleno.
Inversión educativa versus resultados en empleabilidad
A pesar de la sostenida inversión en educación, evidenciada en el presupuesto de USD 6.340,98 millones codificados para 2024, los resultados en términos de empleabilidad juvenil no reflejan una correlación positiva clara. La ejecución presupuestaria plantea interrogantes no solo sobre la capacidad de gasto, sino sobre la efectividad de los programas implementados.
La relevancia de analizar la relación entre gasto público en educación y desempleo juvenil se fundamenta en hallazgos econométricos reveladores. Miguel Luna, en su tesis titulada “Efecto del gasto público en educación y en salud sobre el desempleo, un análisis econométrico con datos de panel a nivel global, periodo 2000-2019”, presenta resultados que desafían la percepción tradicional sobre la efectividad automática del gasto educativo.
Su investigación, que analizó 71 países utilizando la técnica de mínimos cuadrados generalizados (GLS), encontró que el gasto público en educación mostró una relación positiva no significativa con el desempleo a nivel global. Más revelador aún, para países de ingresos medios altos como Ecuador, Luna determinó que “a medida que aumenta el gasto público educativo, el desempleo aumenta en aproximadamente 0,46%”.
Estos hallazgos son particularmente importantes porque demuestran que el gasto público en educación sólo fue gasto y no contribuyó a que las personas encuentren plazas de trabajo, según concluye el estudio. La investigación mostró que las metodologías educativas no presentan cambio alguno y se limitan a que los estudiantes únicamente aprendan contenidos, sin desarrollar las competencias demandadas por el mercado laboral.
La evidencia empírica de Luna se alinea de manera preocupante con la experiencia actual, donde la inversión educativa, aunque sustancial, no ha logrado impactar significativamente en la reducción del desempleo juvenil. Por otra parte, la investigación de Henry Pillajo y Pablo Sierra titulada “La eficacia de las políticas públicas del empleo juvenil en Ecuador” concluyó que los programas gubernamentales no alcanzaron su objetivo, a pesar de provocar un fuerte gasto público.
Iniciativas gubernamentales: programas de empleo juvenil con alcance limitado
El gobierno ecuatoriano en los últimos años ha implementado diversos programas específicamente diseñados para facilitar la inserción laboral juvenil, aunque su cobertura y efectividad presentan limitaciones significativas.
El programa “Empleo Joven”, a cargo del Ministerio del Trabajo, dirigido a las empresas del sector privado con la finalidad de generar alianzas estratégicas y dinamizar el empleo de jóvenes entre 18 a 26 años sin experiencia laboral, ofrece incentivos a las empresas, incluyendo la devolución mensual del 50% de un Salario Básico Unificado y del 100% del aporte patronal.
Los resultados del Proyecto Empleo Joven muestran variaciones importantes en su alcance: en 2019 se colocaron 5.449 jóvenes, representando una cobertura del 0,39% respecto a la PEA juvenil; en 2020, la colocación se redujo drásticamente a 515 jóvenes, apenas el 0,03% de cobertura. La crisis sanitaria impactó significativamente la efectividad del programa.
Por otra parte, el proyecto “Mi Primer Empleo” ofrece dos modalidades para los jóvenes: pasantías y prácticas pre-profesionales. Este programa, que inició en 2007, se enfoca en estudiantes de educación superior y graduados recientes. Sin embargo, su cobertura también presenta limitaciones: en 2018 cubrió al 44,1% de los registrados en el programa, para 2019 esta cobertura disminuyó al 14,5%, y en 2020 llegó apenas al 9,4%.
El desafío de la articulación educación – empleo
La evidencia sugiere que el problema fundamental no radica únicamente en la cantidad de recursos destinados a educación, sino en la desarticulación entre la formación educativa y las demandas reales del mercado laboral. La Cámara de Comercio de Quito identificó que las áreas con mayor demanda de mano de obra juvenil son: IT (innovación y tecnología), cargos comerciales/ventas, marketing digital, administración, promotoría e impulso de productos o servicios.
Sin embargo, la oferta educativa no necesariamente está alineada con estas demandas. Pillajo y Sierra, proporcionan un análisis crítico más profundo. Su estudio empírico de alcance correlacional encontró que “los programas están direccionados a la inserción de jóvenes en formación académica y en general a empresas por medio de pasantías o contratos laborales subvencionados”, mientras que “la mayor parte de los empleos generados en el país provienen de MiPymes que generalmente son originarias de pequeños emprendimientos”.
Esta desconexión estructural es fundamental, ya que los programas gubernamentales se enfocan en el empleo formal tradicional, pero la realidad ecuatoriana muestra que “la falta de generación de empleo en el país hará que el trabajo autónomo en los próximos años alcance al generado en relación de dependencia”. Los investigadores evidenciaron que el trabajo autónomo está creciendo dentro del empleo adecuado, “lo que es evidencia del relativo éxito que podría estar teniendo y la necesidad de impulsarlo desde el gobierno y desde los centros de educación superior”.
El desafío para Ecuador no es gastar más en educación, sino gastar mejor. La evidencia disponible ofrece una hoja de ruta clara, como transparencia en la asignación de recursos, calidad educativa orientada a competencias laborales reales, y una estrategia integral que combine formación académica con desarrollo emprendedor. Solo así la considerable inversión educativa del país podrá traducirse en oportunidades reales para los jóvenes ecuatorianos.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
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