Nadie movió un dedo para defender a la Asamblea más maloliente de la que se tenga memoria. Pero el país se dispone a elegir una nueva Asamblea a la que volverán las mismas gentes, con algunos diputados peores aún si cabe. Y siempre caben.
Ante un panorama tan oscuro y deprimente, se me ha ocurrido una solución inspirada en uno de los padres de la patria, don Gabriel García Moreno, que, en un momento de caos y disolución nacional, pidió el protectorado a Francia.
Hoy, bien podríamos solicitar a la incombustible Diana Atamaint, ducha en manipular las leyes electorales e inventarse salidas "extraordinarias", que por esta única vez nos permita elegir la mitad de la Asamblea entre legisladores y políticos de Noruega, Suecia, Islandia o Dinamarca, cuyo sistema político fuera muy bien retratado en la serie 'Borgen'.
A quienes objeten la capacidad de adaptación de estos legisladores nórdicos, cabe recordarles que corre por sus venas la sangre de los vikingos que fueron los primeros navegantes que llegaron a América cinco siglos antes que Colón.
De modo que bien podrían cruzar de nuevo el charco hacia la mitad del mundo.
La consigna es: a grandes males, grandes remedios. Y esta es, sin duda, la única forma de mejorar la composición de la próxima Asamblea, ética y estéticamente. De abrirnos al mundo, como quiere el presidente Lasso. Todo lo demás es demagogia electoral.
Y conste que solo pido la mitad de nórdicos para que, en aras del intercambio cultural, compartan experiencias con guacharnacos, diezmeras y tetones, al tiempo que aprenden a comer guatita y fritada en la hora del brunch, si les alcanza ese sueldo paupérrimo que al socialcristiano Almeida solo le dura una semana.
A los bolivarianos que se opongan a esta idea por 'europeizante', es preciso hacerles acuerdo que la Asamblea es manejada desde un ático del reino de Bélgica.
En cuanto a la elaboración de las listas, dado que el boicot a Lasso funcionó muy bien y obtuvieron finalmente lo que querían (la muerte cruzada), la orden desde Bruselas es que se repitan las candidaturas de los mismos tribunos y tribunas que tan buena imagen dejaron aquí y afuera.
Sobre todo, en ese congreso feminista organizado por los ayatolas de Irán; y en aquella piscina narco de Miami. (Aunque Aliaga acaba de barajarse, la foto es inolvidable).
Salvo casos aislados, la mayoría de los partidos y movimientos piensa repetir sus asambleístas porque no tienen tiempo ni personas preparadas, de buen nivel, honradas, con prestigio, que quieran enlodar su reputación en año y pico de Asamblea.
Sin embargo, cumpliendo el ritual que precede a cada elección, los columnistas y comentaristas y buenos ciudadanos llaman en coro a votar bien esta vez y a no cometer los mismos errores de siempre, como si fueran los electores quienes ponen sobre la mesa el mismo menú tóxico de candidatos.
Imaginen entonces la novelería y el entusiasmo que despertaría la posibilidad de incorporar a esas rubias y rubios parlamentarios.
Y si les parece muy lejana esta charada, saquen un billete del bolsillo, miren de qué país vino y recuerden que la dolarización fue una medida extrema cuando el país estaba al borde del colapso. Como ahora.
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