Jueves, 25 de abril de 2024
Una Habitación Propia

Oda a Dalton Bacigalupo

Maria Fernanda Ampuero

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

9 Jun 2023 - 5:27

Usted dice que no es sencillo buscar perfiles femeninos con inclinación a la política

Dice también que a nosotras, las féminas, no nos interesa la actividad política porque “cumplimos con nuestro deber de madre y con nuestros deberes al interior de nuestros hogares”.

Obvio pues, don Dalton, entre la caca del bebé, la cartulina de la niña que se acordó a las doce de la noche y hacer el arroz con menestra y el jugo de naranjilla para que usted almuerce a la una en punto, a quihora vamos a andar pensando en cosas del mundo exterior como quién diablos gobierna nuestro país. 

No nos andemos con boberías, don Dalton. Usted sí que sabe. 

Las mujeres, como todo el mundo sabe, somos animalitos de interior, y nuestros deberes son, más que cívicos, domésticos. 

¿A quién se le ocurre, pues, que una mujer pueda gobernar una ciudad, participar activamente en la Asamblea, ser, diosito santo, candidata a presidenta de la república? 

Quite, quite. 

¿Quién va a llevar a los niños al catecismo, quién va a asegurarse que usted se toma su café pasado antes de salir a la polis, o sea, a la ciudad para los griegos, que, como usted súper bien sabe, es el término de donde viene la palabra política? ¿Quién pues sino las mujeres?

Las mujeres, como todo el mundo sabe, somos animalitos de interior, y nuestros deberes son, más que cívicos, domésticos. 

Otra cosa no tiene ningún sentido, ya diosito lo decía. 

Dice usted que es súper que difícil encontrar mujeres que se quieran dedicar a la política en lugar de cantar arroz con leche me quiero casar hasta el infinito y más allá. Le doy la razón, ¿qué mujer querría salir de su sacrosanto hogar para meterse en la jungla legislativa, ejecutiva o, virgen santísima, judicial?

Ninguna, nosotras sabemos cuál es nuestro lugar

Yo lo aplaudo, don Dalton, por decir a viva voz lo que nadie se atreve, lo que estas ahora consideran políticamente incorrecto, feminazis por todo se maltripean y andan cancela que cancela. 

Decir verdades no es discriminar, ¿sí o no, don Dalton? 

Decir que una mujer pertenece a su casa qué de malo tiene, caramba.   

Estoy con usted, basta de achacar al machismo lo que por todos es sabido: la mujercita no está interesada en política, es decir, lo que pasa en la ciudad o el país, porque ella ni sale y, si sale, es para comprar una golosina al niño o hacerse las uñas, no para pensar en maneras de gobernar ese mierdero llamado Ecuador. 

Ocupe su lugar, niña. 

Don Dalton ha sido, es y será un incomprendido. Si su partido no encuentra mujeres para ocupar cargos de representación política no es porque no ha buscado en organizaciones sociales, entre los movimientos feministas, ecologistas o por los derechos humanos. Tampoco entre las abogadas, las sociólogas, las politólogas y las lideresas sindicales, barriales, comunitarias, sociales.

Se ha buscado en todos lados y todas, pero todititas, están amamantando y/o haciendo cazuela de pescado. 

No le caigan a don Dalton que está triste porque ninguna damita le para bola al partido. Normal, estamos con nuestras cosas de pendejas y no nos da la gana de meternos en algo tan bravío y masculino como ejercer la política. 

No hay ningún ejemplo en ningún lado. 

Qué vaina, don Dalton, definitivamente es mucho más interesante para una dama quedarse callada dentro de las cuatro paredes de su casa, qué digo casa, de su hogar, que salir a la calle armada hasta los dientes de inteligencia, preparación y voluntad para intentar enderezar un país chuequísimo que necesita a gritos políticas públicas en defensa de las niñas, las adolescentes y las mujeres. 

Una pena que valgamos tanta xxxxx las mujeres, don Dalton.

Usted disculpará.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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