Sábado, 27 de abril de 2024
Matrix política

¿Y la “purga” en el sistema electoral pa´cuando?

Alejandro Zavala

Alejandro Zavala

Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.

Actualizada:

15 Mar 2024 - 5:56

Tenemos un Sistema Electoral absolutamente fallido y paso a demostrarlo:

Arranquemos por la cereza del pastel: el artículo 115 de la Constitución de Montecristi que, en la parte pertinente dice: “El Estado, a través de los medios de comunicación, garantizará de forma equitativa e igualitaria la promoción electoral (…). Los sujetos políticos no podrán contratar publicidad en los medios de comunicación y vallas publicitarias”. Así es, esto está blindado por Constitución.

De esta manera, y con el cuento de que esto garantizaría que no sean “las grandes chequeras” las que ganen las elecciones, se instauró el primer paso del fracaso electoral.

Le llamo cuento por dos razones:

  • a. Porque cualquier consultor político sabe que si tienes un mal candidato, una mala estrategia, un mal mensaje y un timing no adecuado, puedes ponerle millones a una campaña que no la vas a ganar igual. Ejemplos sobran en el mundo.
  • b. Porque al igualar a todos con esta prohibición expresa, lo que haces es beneficiar al candidato-Estado. Y adivinen ¿quién iba a ser el candidato-Estado luego de Montecristi y según sus más acérrimos defensores por los siguientes 300 años? Todos sabemos la respuesta.

Las llamadas franjas electorales convirtieron el derecho a la participación, en el negocio de ser candidato. Varias formas de corrupción se desprendieron de esta norma.

Ningún contribuyente debe financiar ninguna campaña electoral, esta debe ser fruto de aportes de la militancia (como sucede en democracias más avanzadas), con límites de gasto electoral para evitar distorsiones muy bruscas, pero siempre de origen privado y sin ninguna coacción del Estado.

A esto habría que sumar el llamado “fondo partidario” que se describe en otro mamotreto jurídico de los varios de la época: el inefable Código de la Democracia. El fondo, que en la teoría debería servir para que los partidos políticos (si tal cosa existe en el Ecuador), capaciten, promocionen, estructuren sus movimientos e impulsen sus cuadros, han servido, si juzgamos por la calidad de nuestros representantes, para todo menos para eso. Pero…¿quién los controla?

Y aquí el meollo del fracaso: el órgano electoral. 

Si debe haber en el mundo un entre transparente, ese debería ser el Consejo Nacional Electoral y sin embargo, tengo la plena seguridad, que debe ser de lo más opaco que existe en el planeta Tierra.

Son, en la teoría, los guardianes de nuestros votos y con ellos, de nuestra voluntad democrática expresada en las urnas. Pero lastimosamente, y desde hace años, lo que menos transmiten es confianza.

Cada elección se repite: todo el mundo reclama fraude, a nivel nacional, provincial o local. Las imágenes de papeletas adulteradas, las mesas con personas extrañas, los “apagones informáticos”, las fallas de seguridad del sistema, el diseño del padrón, el software para el voto en el extranjero. Es que no hay nada claro en el CNE. Tibisay Lucena estaría orgullosa de ver su franquicia tan bien ejecutada en el Ecuador. 

Todo esto ha llevado a una verdadera debacle en el sistema de partidos políticos que son todo menos eso: se han vuelto maquinarias electorales al servicio de un caudillo, vehículos electorales de alquiler, venta de puestos y candidaturas, organizaciones que defienden al crimen organizado, campañas contaminadas… son indefendibles.

Habrá, por supuesto, honrosas excepciones, pero de seguro son las menos. Lastimosamente. 

Tres consecuencias funestas se han desprendido de este sistema fallido:

  • a. Tenemos un nivel de representación cada vez más bajo. Si pensamos en que las últimas Asambleas han sido malas (desde los “levantamanos” hasta ahora) no podemos dejar el asombro de ver que cada vez se superan, pero para lo malo. Una mediocridad y una ignorancia que causan verdadera ternura. Trabajé casi una década como asesor parlamentario y me sobran los dedos de las dos manos para señalar con nombres (sin importar ideología) los asambleístas que son de “sacarse el sombrero”. Poquísimos. Penoso. Vergonzoso.
  • b. Cuando baja la calidad de la representación, baja la calidad de la Democracia y cuando bajamos al fango, bajamos todos: la sociedad con ellos. En todo lado corrupción.
  • c. Esto ha hecho que el Sistema Democrático cada vez quede más en entredicho: según el Latinobarómetro solo tres de cada 10 jóvenes creen en la Democracia como sistema de gobierno y eso es simplemente angustiante porque es caldo de cultivo para el autoritarismo (de izquierda o derecha, me da lo mismo) que es experto en conculcar libertades; palabra que debe ser inherente o sinónimo de juventud.

Así nos va…

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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