Domingo, 28 de abril de 2024
El Chef de la Política

Esquirlas tras las elecciones: ¿se viene un proceso de renovación en RC?

Santiago Basabe

Santiago Basabe

Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).

Actualizada:

23 Oct 2023 - 5:59

A pocas horas de la segunda derrota consecutiva de Revolución Ciudadana (RC), surgieron las primeras voces disonantes. Reclamos, críticas, traslado de responsabilidades de unos líderes a otros. Amenazas de diverso orden e incluso la posibilidad de escisiones se cuentan también entre las esquirlas que deja el desempeño electoral de Luisa González. Los gobernantes seccionales, alcaldes y prefectos, colocados también en la mira, acusados de no haber motivado el voto ciudadano, como si esa fuera su función.

En fin, dimes y diretes de diversa naturaleza, aunque en ningún caso apuntando a lo que debería ser el centro del debate al interior de esa fuerza política que, con todas las limitaciones que tiene, es la única estructura electoral que tiene el país. Si las crisis partidistas sirven para algo, y eso parecería ser lo que ocurre en RC, es para tomar medidas de cambio y mirar hacia el futuro inmediato.

En ese aspecto, da la impresión de que urge una rearticulación del discurso e ideario político de lo que fue Alianza PAIS de 2007. La propuesta de ruptura del sistema político anterior, que enarboló la llegada de Rafael Correa a su primer gobierno, ya no es suficiente pues, simple y llanamente, el momento político del país ha variado. Ya no se puede hablar de la mal llamada partidocracia porque, hoy en día, son ellos, precisamente, quienes encarnarían ese concepto mal elaborado y carente de referentes empíricos nacionales.

La crítica a los medios de comunicación, sin distinción alguna, tampoco resulta valedera, pues muchos de esos medios están al servicio de Revolución Ciudadana y varios periodistas amparados en el eslogan de ser “críticos” de lo que fueron los gobiernos de Rafael Correa en realidad se encargan de posicionar la agenda política del otrora movimiento altivo y soberano.

Esa propuesta, simple y llanamente, es obsoleta. No vende electoralmente, no cautiva ideológicamente y deja de lado una gran masa de jóvenes electores que no vivieron la experiencia de los gobiernos verde flex, por lo que invocar el retorno de la revolución ciudadana no les dice prácticamente nada. Si ese ánimo existe, el de edulcorar el discurso y reubicarse en el espectro ideológico, entonces RC debería detenerse un poco en su visión de lo que constituyen las vías para propiciar el empleo, por ejemplo.

Como se sabe, Ecuador afronta un problema crónico en ese tema y es necesario, por tanto, establecer propuestas que vayan más allá de la provisión de empleo a través del aparato estatal. No hay que dejar de lado el enrolamiento de una burocracia capacitada y permanente, desde luego, pero aquello no implica abrir los ojos a una realidad palpable: sin el sector privado como generador de trabajo no es posible mejorar el nivel de vida de la población.

Ahí el reto está en recodificar el criterio que se tiene respecto al empresariado, su actividad y la necesidad de interactuar con ese sector desde el gobierno. No se trata de que la población económicamente activa se adscriba al empleo sin seguridades mínimas, pero tampoco es plausible mantener los prejuicios que hasta ahora RC ha transmitido a la sociedad, de forma directa o indirecta, consciente o inconscientemente. En esa línea, la retórica del neoliberalismo y la privatización, que en Ecuador nunca se afianzaron, empieza a ser fastidiosa incluso para los propios seguidores de RC.      

Si a lo dicho se agregan temas que fueron parte de la discusión inicial de la lista 35, como el medio ambiente, la tutela de los derechos de las minorías y el incentivo a la asociación ciudadana, el futuro de Revolución Ciudadana se vería más promisorio. Sin embargo, la visión ambientalista no implica en modo alguno caer en el “infantilismo ecológico” que, en cierta medida, era una crítica plausible. Lo dicho tampoco debe ser visto como asumir que la tolerancia y respeto a las diferencias de todo orden implica socavar las ideas y el lugar que merece en la sociedad el grupo humano más anclado en prácticas y códigos tradicionales o conservadores.

Adicionalmente, la asociación cívica, en una nueva visión, debería estar apartada de los alcances del Estado y sus instituciones, como el cada vez más repudiado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Propugnar que la población se agrupe espontáneamente, sin demandar nada al Estado que no sea la garantía a la asociación, daría un vuelvo importante a lo que ahora es RC.

Ese eventual remezón en RC seguramente generará desertores, pero al mismo tiempo podrá atraer a sectores del centro hacia la izquierda que dejarían de mirar con recelo a esa agrupación política.

Si no hay una vocación de autocrítica o si se observa que cualquier reposicionamiento ideológico es una forma de traición o de ideales claudicados, Revolución Ciudadana C estará destinado a seguir como ahora, con espacio electoral, con capacidad de incidencia, pero con un futuro a mediano plazo que corre el riesgo de seguir la línea de lo que fue el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE).

Sin el líder único en la arena política cotidiana y sin más propuestas de gobierno que no sean las que convienen al gerente-propietario, la organización podría estar destinada a la muerte por inanición electoral. Como el PRE. Como las estructuras que viven en función del caudillo.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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