Jueves, 28 de marzo de 2024
Contrapunto

Cuando Hitler prometió a los Wagner regresar Parsifal a Bayreuth

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

5 Nov 2022 - 5:26

Para muchos melómanos Parsifal es la ópera que consagró a Richard Wagner (1813-1883), fue su obra más solemne y en torno a ella nacieron algunos mitos, como por ejemplo que no se debe aplaudir al finalizar ninguno de los tres actos y que se escenifique en Bayreuth.

Parsifal, un drama que dura casi cuatro horas, se nutre de la obra medieval Parzival, de Wolfram von Eschenbach. Se supone que Wagner la concibió en 1857, pero solo la estrenaría 25 años después en Bayreuth.

El capricho de que solo se tocara en esa ciudad, en el escenario que financió Luis II de Baviera, se mantuvo durante 30 años, cuando el plazo de exclusividad de derechos había concluido.

Los 30 años se comenzaron a contar a partir de la muerte del compositor, ocurrida el 13 de febrero de 1883, en Venecia. Se acordó como fecha de vencimiento el 1 de enero de 1914.

Sin embargo, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona puso en escena la obra a las 22:00 del 31 de diciembre de 1913, un poco antes que en Alemania y por causa del huso horario.

Y parece que los europeos no se habían informado de que, casi nueve años antes, en Nueva York, la obra ya había sido interpretada.

El musicólogo Alex Ross en su obra 'El ruido eterno' anota que "la profanación de Parsifal" ocurrió en el Met de Nueva York, "rompiendo la regla que hacía de la sagrada ópera de Wagner un patrimonio exclusivo de Bayreuth".

La primera presentación oficial de la obra fue el 26 de julio de 1882, en el festival de Bayreuth.

En años anteriores, allí se había escenificado la tetralogía 'El anillo de los nibelungos' (El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses).

El estreno de Parsifal fue dirigido por Hermann Levi, de origen judío, pero algunos ensayos aseguran que Wagner, con serios problemas de salud, oculto en la fosa del teatro, habría dirigido el tercer acto.

La figura de Cristo y el Santo Grial se insinúan en Parsifal, por eso el deseo expresado en una carta a Luis II de Baviera fue que solo se presentara en Bayreuth "ahora y siempre" y no en un teatro para "la diversión del público".

Un anhelo que no se cumplió y que los fanáticos del compositor alemán siempre han reclamado.

En el libro 'Putzi, el confidente de Hitler' (Planeta, Colombia, 2022) escrito por el francés Thomas Snégaroff se narran detalles de la idea del retorno de Parsifal al escenario alemán.

En 1923, según la novela de Snégaroff, Hitler conoció a los herederos de Wagner y, ante su tumba, les dijo: "Si algún día tengo responsabilidades, les aseguro que Parsifal regresará a Bayreuth".

Diez años después de la promesa, Hitler estaba en el poder, pero los herederos de Wagner no insistieron porque sabían que la prohibición solo regiría para Alemania, ya que en Europa y otras latitudes la obra se representaba libremente.

Parsifal ya pertenecía al mundo entero, desde la noche del 31 de diciembre de 1913, corrobora Putzi, el personaje del libro, que fue pianista y wagneriano, eso fue lo que lo unió al Führer.

"Construyo mi religión sobre Parsifal", es una frase atribuida a Hitler en el libro. El narrador señala que, en el fondo, Hitler soñaba que era Luis II, "sin su locura quizá y sin su sexualidad, sin duda".

Bayreuth estuvo cerrado en la Segunda Guerra Mundial y cuando se reabrió, en 1951, fue con Parsifal, dirigida por Wieland Wagner, nieto del compositor alemán y bisnieto del músico austrohúngaro Franz Liszt.

En la página oficial del Teatro Real de España se anotan algunas de las anécdotas más importantes de la obra de Wagner.

Se dice que la última ópera de Wagner "rezuma el misticismo, la religiosidad y los sacrosantos valores humanos con los que el autor de Leipzig quiso impregnar la obra que consagraría el festival de Bayreuth".

La austera tradición, según el Teatro Real, se mantuvo hasta 1964, cuando el público aplaudió después del segundo acto, aunque los puristas lo evitan.

Y, si de curiosidades se trata, Wagnermanía, que publica información de Richard Wagner, señala que en una ciudad de Ecuador hay una calle con el nombre del compositor alemán: Loja.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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