Sábado, 27 de abril de 2024
De la Vida Real

Teñidas de rojo. Un error que dejó manchas y risas.

Valentina Febres Cordero

Valentina Febres Cordero

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido. 

Actualizada:

28 Ago 2023 - 5:57

Perdí la paciencia y le grité a la Amalia, mi hija de 9 años. Luego me llegó la culpa, el cargo de conciencia y el recuerdo. Debería existir algún método automático que haga que no nos olvidemos de nuestros errores.

Entré al baño y encontré todo rojo, no solo la ducha. La Amalia había entrado para bañarse, y en eso le perdí el rastro. Cuando entré al baño, vi que el lavabo tenía manchas rojas; también las toallas, el piso, el espejo, el techo y el escusado. No quedó un rincón del baño sin estar manchado de un carmesí intenso.

De un grito, le tuve a mi hija frente a mí, llorando. "¿Por qué lloras si no te digo nada todavía?", le dije, bravísima. "Porque cuando me dices “Amalia” y no “reina”, sé que me vas a hablar", me respondió. Mi discurso no paró hasta que me dio risa verla a ella también teñida de rojo. Al principio, estaba tan brava que no me fijé que tenía el pelo, la cara, el cuello y hasta los pies rojos. Las manos estaban como si se hubiera puesto guantes rojos. No podía parar de reírme.

La naturaleza es sabia. Hace que nos suba la adrenalina a tal punto de querer matarles a los hijos y luego nos manda una sobredosis de dopamina tan brutal que hace que los amemos con tal locura… y que les perdonemos todo. Creo que es un método biológico para mantener la especie.

Haciendo una retrospectiva de los hechos, resulta que mi abuela, que tiene el pelo blanco, se pone un enjuague de color morado a veces, otras veces, medio azul o negro. Le pedí que me compre uno para ver qué tal me queda. Ella me dijo que hay de todos los colores y que, a mí, que soy pelirroja, me ha de quedar soñado el rojo. La palabra de mi abuela es ley, y dejé mi destino de mi pelo en sus manos.

A la semana siguiente, tenía un frasco de este producto del color de la salsa de tomate, muy brilloso e intenso. Debo reconocer que jamás leo las instrucciones. Me siento más inteligente que el fabricante y lo más grave es que siempre me pasan tonterías. No aprendo hasta ahora que es obligación leer las instrucciones. Y también peco de novelería extrema.

Esa misma tarde, con  producto en mano, llegué a la casa y me lo puse. Di por hecho que debía dejármelo en el pelo 45 minutos. Esperé ansiosamente cada 60 segundos que marcaba el cronómetro del celular. Al sacarme el producto del pelo, parecía que hubiera cometido el crimen más atroz de la humanidad.

Al verme en el espejo, tenía en la frente una línea roja que delimitaba dónde terminaba la gorra de baño. No salía con nada. Mi marido, al verme así, le dio risa nerviosa, pero ayudaba a buscar tutoriales en YouTube para ver cómo me quitaba ese tinte, que según yo era un enjuague nocivo. Yo decía en voz alta: “Jamás le he visto a mi abuela con las manos moradas, azules o negras y tampoco con manchas en la frente”. Estaba desesperada, porque al día siguiente tenía el almuerzo con los excompañeros.

Vimos un Tik Tok en donde una chica aconsejaba que la mejor manera de sacarse tintes del cuerpo era con aceite de cocina y detergente de ropa en polvo. Mi pelo era pura mancha de colores. Decidí lavármelo con esa mezcla, que fue lo único que funcionó para que mis manos volvieran a tener color piel y mi frente no estuviera dividida en dos. Pero no tenía idea de que el detergente podía darme alergia en el cuero cabelludo. Qué manera de picarme la cabeza –parecía que me hubiera caído piojo, y mi sufrimiento era que al día siguiente tenía el encuentro con los excompañeros y no podía rascarme así frente a ellos–.

Me tomé una pastilla antialérgica, y algo me calmó. Al día siguiente, mi pelo era un completo desastre, pero nada que una cola de caballo no pueda solucionarse.

Dejé el producto en el baño y no lo volví a tomar en cuenta, hasta ayer en la mañana que mi querida hija hizo exactamente lo mismo que yo –a diferencia de que ella sí leyó las instrucciones–. "El enjuague debe dejarse en su cabeza húmeda un máximo de cinco minutos. Debe pasarse un peine varias veces para que el producto no se acumule en el cabello."

Ahí entendí el porqué de las manchas rojas, mientras la Amalia esperaba pacientemente cinco minutos, el producto se cayó y salpicó por cada rincón del baño y su ser.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

Comentarios
REGLAS para comentar 
Suscribir
Notificación de
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos