Sábado, 27 de abril de 2024
Leyenda Urbana

Presidente Noboa: no deje morir al IESS; evite una hecatombe

Thalía Flores y Flores

Thalía Flores y Flores

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC de España.

Actualizada:

19 Mar 2024 - 5:59

Dice la leyenda que por donde pasaba el caballo de Atila, el rey de los hunos no quedaba nada. Era tierra arrasada. Algo así habría constituido para el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), los 10 años del correísmo en el poder, porque llevaron a la entidad hasta el borde de la quiebra.

Bajo el dominio de la fallida revolución ciudadana, en el IESS se juntaron todas las maldades de la política pública y se practicaron las más perversas acciones, sin que les importase que millones de afiliados, los verdaderos propietarios de la institución fuesen condenados a la ruina y, quizá, hasta la muerte. 

Fue nefasto para el IESS que se permitiera, con negligente complicidad, que los representantes del Ejecutivo formaran partidos políticos usando los dineros y la estructura de la entidad, abusando de la buene fe de la gente.

Aún retumba entre los afiliados la mentirosa propaganda con el sonsonete de que “el IESS avanza”, mientras la entidad, que estaba siendo saqueada, retrocedía. 

Y, poco tiempo después, mirar con estupor, que el representante de Correa al Consejo Directivo, Ramiro González, inscribiera en el CNE el partido Avanza del cual fue su gerente-propietario y fundador.

Fue el origen de todos los males, porque cuando Rafael Correa que por entonces aseguraba que, como jefe de Estado, era jefe de todos los poderes, nadie se opusiera a la orden suya de que se atendiera a los hijos de los afiliados, pero sin que el Gobierno aportase ni con un centavo. 

Así, empezó la descapitalización del Fondo de Salud; pero con la astucia típica de los autócratas, para que quienes veían venir el desastre en la institución no dijeran nada, echó mano de los dineros del Fondo de Pensiones para usarlos en el Fondo de Salud. 

Atila arrasaba con todo.

Ese lastre sigue hasta ahora y por eso el IESS da atención a ocho millones, pero solamente cotizan tres millones, y no hay gobierno que se atreva a poner orden, aunque durante las campañas todos han anunciado que harán correctivos. 

Pero hicieron algo peor.

Como si de un odiador contumaz a los jubilados y pensionistas se tratase, el mismo Gobierno de Correa quitó el 40% del aporte del Estado al Fondo de Pensiones, mientras en paralelo ordenó a sus subordinados del Seguro a comprar bonos del Estado y a invertir en hidroeléctricas fallidas. 

Hoy, no solo que ninguna de estas nefastas acciones es siquiera recordada en la Asamblea Nacional, sino que a los asambleístas se les ve felices haciendo mayoría con los mismos que convirtieron al IESS en un descarado botín político que los llevó a superpoblar la entidad a la que pasaron de 11.000 empleados, en 2007; a 38.000, en 2018.

Por eso, en lugar de legislar para buscar soluciones a los graves problemas del Seguro Social, la semana pasada aprobaron unas reformas que arruinarán la gobernanza que, con una representación triparta -conforme lo dispone la OIT- ya había tenido dificultades; pero aumentada a cinco, como han decidido, se volverá inviable.

Claro que suena bien que los dueños de la institución, los afiliados, tengan una mayor representación. Pero al ser un organismo colegiado, difícilmente alguna propuesta que no sea del sector será factible. Y no es todo. 

Han decidido que los miembros Consejo directivo sean sujetos de fiscalización y control político por parte de la Asamblea Nacional, contrariando el artículo 131 de la Carta Magna y luego de que la Corte Constitucional (CC) determinara que vía enmienda no cabía cambio semejante por tratarse de un órgano técnico administrativo, lo que significa que politizarán al organismo.

Las mafias que están también en el IESS, tal como denunció, años atrás, un presidente del Consejo Directivo que debió renunciar porque no le permitieron hacer cambio alguno, al parecer siguen teniendo influencia, incluso, en otras instituciones.

Las reformas de la Asamblea son la metáfora de la desconexión con la realidad de los afiliados al IESS. Y un ejercicio de oportunismo patético y audaz, porque ni siquiera consultaron a los reconocidos expertos que hay en el país.

El gran problema del Seguro es ahora la demografía, tal como ocurre en otras partes del mundo; porque no solo que la gente vive más porque ha mejorado la calidad de vida y deberá recibir su pensión por más tiempo, sino que cada vez hay menos cotizantes. Las cifras del IESS lo dicen todo: los afiliados crecen 1%; los jubilados, 11%.

El Sistema de Pensiones tiene un gran agujero y se necesita una reforma profunda y seria. En 2024 el pago de jubilaciones se estima en USD 6.000 millones mientras que los aportes de los afiliados activos suman USD 3.300 millones. 

En el área de salud el drama es inhumano porque los enfermos deambulan por las instituciones buscando atención, ya que no les cancelan los pagos a los prestadores de servicios.

Estos son los temas que deben resolverse con apremio, comenzando por imponer un Sistema Nacional de Salud, que coordine a todas las instituciones que ofrecen los servicios, conociendo que el Fondo de Salud es deficitario en USD 800 millones anuales. 

Presidente Noboa: convoque a la Comisión que el año anterior hizo una seria propuesta sobre el Fondo de Pensiones, y también a quienes integraron, tiempo atrás, la Mesa de Estudios de la Seguridad Social y encuentren la fórmula para salvar al IESS que un nefasto gobierno, cual caballo de Atila, lo destrozó.

La historia no puede registrar que, en el Gobierno del presidente más joven del país elegido en las urnas, los ancianos y jubilados fueron abandonados o que el IESS agonizó.

Evite una hecatombe.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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