Beccacece no necesita delantero: Ecuador irá al Mundial gracias a las eliminatorias más anodinas del mundo

Ya se siente el imperio de la mediocridad. Como estaba previsto, que se clasifique al Mundial el 60% de los equipos solo ha hecho que tengamos una competición de escasísimo interés, que apenas conmueve.

Veamos a Ecuador: a pesar de que su poder de ataque es pobrísimo, le basta lo que tiene para que no cunda el pánico. La sensación es que Ecuador se clasificará sin la necesidad de llamar a Leo Campana o Ronie Carrillo. 

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Antes, afrontar las eliminatorias sin un centrodelantero hubiera sido un enorme pecado, un tema de intensos debates, una emergencia nacional. Que el 'Tin' Delgado se lesionara en la víspera o que Kaviedes se esfumara como Mandrake de la concentración nos tendría a todos con los nervios destruidos.

También estaríamos con algunos pedidos urgentes de nacionalización de extranjeros y haciendo cuentas para ver si la Tricolor podría sostenerse en el cuarto lugar por la falta de gol. 

Ahora, da igual.

Por supuesto, esto no es culpa de los jugadores ni del cuerpo técnico, sino de la FIFA, que apuesta por un absurdo gigantismo y ha convertido el camino al Mundial en un evento sin interés. Eso explica por qué el entrenador de Ecuador, Sebastián Beccacece, no tiene afán en lograr que la Selección mejore su nivel de juego en relación a la útima Copa América. Le basta con lo justo, como se vio con Brasil y Perú. 

Pases largos. Laterales exprimidos en un eterno ida y vuelta. Defensas infranqueables pero que parecen armadores. Obsesión por la pelota y su retroceso. Ataques a intervalos. Rotar. Más retroceso. Efectivo para intentar pescar algo afuera y ganar en Quito. Aburrimiento total, pero con los deberes hechos.

Por eso, ya no tiene mucho sentido pedir a Campana o a Carrillo, porque sobran en este esquema en que quedar primero da exactamente igual que quedar sexto. Naufragar en estas eliminatorias será imposible, salvo una debacle aún mayor que la sufrida por Gustavo Quinteros, el peor DT de Ecuador del siglo XXI. Y eso no pasará.

¡Qué pena! Las eliminatorias más apasionantes del mundo se han convertido en la más anodinas.