El enemigo interno: ¡EL NARCO!

Soy un asiduo usuario de la red social X (antes Twitter) y, lo reconozco, tengo en mi un lado masoquista que me hace entrar una y otra vez en ese auténtico lodazal en el que se ha convertido. Tengo la gran ventaja de estar ahí al menos 14 años por lo que, de alguna manera, y aunque las reglas no están escritas (las reglas reales digo), he aprendido a jugar a Twitter.

Como un hábil boxeador, utilizo la técnica del jab: pego y me voy. Entro, golpeo y me alejo. Casi no interactúo porque básicamente casi nadie quiere debatir ahí, quiere (cuando la cosa es suave), confirmar sus sesgos, tener siempre la razón, demostrar que sabe más que tú de cualquier tema y (cuando la cosa es dura) descargar toda la variedad de insultos, epítetos, golpes bajos, ataques y descalificaciones. Cuando eso sucede, bloqueo y a otra cosa.

Pero algo que ha llamado profundamente mi atención por el nivel de ignorancia con el que se despachan ciertos criterios, es que mucha gente señala como culpable de nuestra situación de inseguridad a la “derecha neoliberal”. ¿Será? Me pregunté y me puse a investigar estos temas. Y pues resulta que uno de los más insignes gobiernos del socialismo del siglo XXI, del Grupo de Puebla y del Foro de San Pablo, el de Andrés Manuel López Obrador ( de ingrata recordación para los ecuatorianos por albergar corruptos en su embajada haciéndoles pasar por asilados políticos) nos demuestra que poco o nada tiene que ver la ideología cuando se lucha contra un enemigo archi poderoso: el narco.

Veamos tres datos reveladores: el gobierno de AMLO termina su sexenio (6 años para que no crean que gobernó 6 meses) con más de 193 000 muertes violentas, con más de 5000 femicidios y, según algunos expertos, con más del 35% del territorio mexicano (que es gigante) entregado absolutamente a los carteles de la droga. ¿AMLO tenía políticas neoliberales? Pues decididamente no. Era un clásico populista zurdo que vivía de su popularidad apoyada en el clientelismo político y de una casta corrupta y paralela que se beneficiaba de los contratos del Estado y del lavado de activos.

Entonces creo yo que es la hora de sincerarnos todos aquí: tenemos un enemigo común todos los ecuatorianos y, a diferencia del conflicto limítrofe con el Perú, en donde el “enemigo” era externo, hoy lo tenemos aquí adentro: en nuestras calles, en nuestros barrios, en nuestras provincias y ciudades. Esto ya no es de derecha o de izquierda, de zurdos o fachos, esto es la lucha contra un enemigo que tiene todos los recursos, que tiene todas las instituciones permeadas, que tiene poder y toda la maldad del mundo para ejercerlo.

Nadie puede oponerse (ni zurdos ni fachos) a que hagamos una depuración profunda de todas las instituciones: arrancando por la Justicia (que ya ha dado unos primeros pasos importantes pero insuficientes), la Policía Nacional, el SNAI, la Asamblea, los narco abogados, la política…

Nadie puede oponerse a hacer un rescate a través de una gigantesca inversión social de las zonas que han sido sistemáticamente abandonadas por el Estado: Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, Guayas, la Amazonía…

Y nadie puede oponerse a la idea de que solos no salimos, de que tenemos que acudir a la comunidad internacional por ayuda, militar, tecnológica, de recursos económicos, de planes sociales, de educación, de cultura…

Porque si alguien se opone a esto hay dos opciones: o es un zurdo o un facho carcomido por sus sesgos, o está muy cómodo conviviendo con el narco que termina siendo su socio. Así de crudo.